P. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Párroco de San José la Matriz de Curicó
Capellán IP-CFT Santo Tomás de Curicó
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: <<Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto>>. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró al sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, quien había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos (Juan 20, 1-9).
Con el asombro de todos, Jesús ha resucitado. Es evidente que la humanidad no ha comprendido que Él debía resucitar de entre los muertos. Más aún cuando muchas situaciones nos hacen presente la realidad de muerte. Lo padecimos en los años de pandemia y lo vemos hoy en las guerras que se dan en el mundo. Dentro de esta realidad nos toca vivir esta Pascua de Jesús.
Este acontecimiento que marca la vida de los apóstoles para siempre y la de toda la humanidad, continúa impresionando y sigue siendo un momento que merece únicamente la contemplación. El ver la obra de Dios que se va desencadenando en toda la inmensidad del universo, la transformación del mal en un movimiento renovador de la vida humana y del devenir de la creación entera. Porque lo que estaba caído ha sido levantado por el sacrificio creyente de un hombre que ante todo confió en su Padre Dios y que fue tan amigo de los hombres que se hizo uno de ellos para poder salvarlos de todo lo malo, de la fuerza del mal y del poder del demonio.
Lo grandioso de este suceso es que no vemos a Jesús, solamente vemos los signos que hablan de que hubo aquí alguien sepultado y las vendas y el sudario corresponden a los que utilizaron para sepultar al Señor.
De inmediato, los discípulos creen. Y su testimonio es el que ha llegado hasta nosotros.
Es un momento de gran impresión para toda la humanidad, porque es un hecho nunca conocido. Como dijimos al iniciar la semana santa es un acontecimiento que conviene únicamente contemplar con actitud creyente y de a poco ir comprendiendo que la resurrección es un hecho que se vive con anterioridad a esta crucifixión y muerte del Hijo de Dios. Es todo el caminar de su vida creyente la que nos permite comprender que la resurrección es la aceptación definitiva del Padre al gesto de entrega total de alguien que había descubierto su vocación, había saciado su sed de agua viva, había encontrado la luz y de tal manera la irradiaba y la compartía con otros que se hace el primero entre muchos. Porque la resurrección no es un suceso para continuar en la historia al igual que Lázaro o el hijo de la viuda de Naím, sino que es el alcanzar de tal manera la plenitud que ahora vivo en la dimensión del Reino, es por eso que “está, pero todavía no”, porque falta aún por hacer vida nuestra fe, falta irradiarla y ante todo hacernos testigos de Cristo en nuestro mundo. El compromiso humano con la realidad de las situaciones de violencia en varios lugares del mundo: Ucrania-Rusia, Israel-Palestina, el hambre en África, conflictos sociales en América Central y también en Europa son las que permitirán contemplar verdaderamente la nueva vida de resucitados que nacerá, que ya no podrá seguir siendo con las limitaciones y fragilidades humanas, sino con la sabiduría de los que han sido testigos de la experiencia de Jesús muerto y resucitado.
“Resucitando a Jesús, Dios comienza ‘la nueva creación’. Sale de su ocultamiento y revela su intención última, lo que buscaba desde el comienzo al crear el mundo: compartir su felicidad infinita con el ser humano” (José Antonio Pagola. “Jesús. Aproximación histórica” pág. 419, Ed. PPC)
Pascua de la Resurrección del Señor, 31 de marzo 2024.