P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: <<Es un exaltado>>. Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: <<¡Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios>>. Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: <<¿Cómo Satanás va expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se divide, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre>>. Jesús dijo esto porque ellos decían: <<Está poseído por un espíritu impuro>>. Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: <<Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera>>. Él les respondió: <<Quien es mi madre y quiénes son mis hermanos?>>. Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: <<Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre>> (Mc 3, 20-35).
“Muchos cristianos creen que Dios se preocupa de verdad sólo de la salvación de algunos elegidos. Ya en los tiempos bíblicos, Dios escogió al pueblo de Israel y, dejando de lado a los demás, sólo se ocupó de los israelitas. Y creen, además, que hoy Dios sigue la misma línea: sólo garantiza con seguridad la salvación de quienes están en la Iglesia católica, «olvidando» prácticamente a los que están fuera, es decir, a la inmensa mayoría de hombres y mujeres que han vivido, viven y vivirán en la Tierra.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad de Dios que este extraño «favoritismo». ¿Cómo es posible mantener ni por un instante la imagen cruel de un Dios que, habiendo engendrado a tantos hijos e hijas a lo largo de los tiempos, los deja luego prácticamente abandonados para «dedicarse» a sus elegidos’?
No piensan así ni el Concilio Vaticano II ni la teología contemporánea. Donde hay un hombre o una mujer, allí está Dios suscitando su salvación, esté dentro o fuera de la Iglesia. A todos crea Dios por amor; a todos sostiene y acompaña con amor; para todos busca la dicha eterna. No ha habido nunca en ningún rincón del mundo un ser humano que no haya nacido, vivido y muerto amparado, acogido y bendecido por el amor grande de Dios.
No hemos de empequeñecer a Dios viviendo la fe desde un «particularismo provinciano». La Iglesia es lugar de salvación, pero no el único. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada ser humano y esos caminos no pasan necesariamente por la Iglesia. Hemos de recuperar el sentido profundo y originario del término «católico» (de «kath ‘olon»), es decir la apertura a lo total, lo universal. Ser católico es alabar, celebrar y dar gracias a Dios por la salvación universal que ofrece a todos, dentro y fuera de la Iglesia.
Jesús lo vive todo desde ese horizonte amplio donde caben todos. Según el relato de Marcos, cuando le hablan de su madre y sus hermanos, Jesús responde ensanchando su mirada hacia todos los que viven fielmente ante Dios: «Todo el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre»”. Esto es lo que nos invita a reflexionar el padre Pagola. Nos abre la mirada de tal manera que todos caben en el Reino de Dios, no hay favorecidos o favoritos como podrían ser su familia, sino que el amor es para todos.
Décimo domingo del año, 9 de junio de 2024.