P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Matriz
Vicario Episcopal Curicó Ciudad y Rural
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: <<¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?>>. Él les respondió: <<¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos”. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres>>. Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: <<Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre (Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23).
“Jesús no busca ignorar las tradiciones de su pueblo, sino combatir el concepto legalista acerca de lo puro e impuro de su época. Las autoridades religiosas lo critican porque aducen que es infiel a la Tradición. Pero el Señor denuncia la evidente manipulación de la Palabra de Dios. Este pueblo me honra con los labios, pero… En los tiempos de Jesús, la misión de la Torah era ser guía para el israelita en su encuentro con Dios (la Torah es la ley del pueblo de Israel). Sin embargo, Jesús denuncia que se confunde esa normativa liberadora con tradiciones puramente humanas de los maestros de la Ley y fariseos que terminan esclavizando y matando el espíritu de la propia Ley.
Cuando Jesús enseña acerca de lo puro e impuro, no lo hace en sentido ritual sino moral y personal, apelando a la conciencia del hombre ante Dios. Además, responde a las críticas basándose en la tradición profética que condenaba la hipocresía del culto sin justicia y de creyentes de la Palabra pero sin coherencia de vida (Cf. Is 1, 10-18; Jer 7, 1-28). Por eso el Señor insiste en que la impureza no es un problema del cuerpo sino del corazón. Es una cuestión del interior, que a menudo manifiesta una hipocresía cultural o un culto vacío, porque se esconde lo que se piensa y se siente.
Para amar a Dios en espíritu y en verdad se necesita un corazón limpio. Pero a veces, como creyentes estamos más preocupados en tener el agua bendita, en realizar tal o cual peregrinación, en no olvidar el rosario o las meditaciones diarias, cosas buenas todas, pero que si no tienen incidencia en la vida solo esconden el fariseo que llevamos dentro. Por eso una fidelidad a Dios no puede contentarse con unas cuantas observancias externas, ya que de nada sirven si en nuestra vida cotidiana no damos claros ejemplos del amor a Dios y de una auténtica conversión.” (P. Fredy Peña Tobar; “La Liturgia cotidiana”)
Quise compartir este texto del Padre Fredy porque nos deja muy claro el concepto de pureza espiritual, que no es lo mismo que estar limpio y bañados externamente. Todos conocemos personas muy valiosas que realizan trabajos en los cuales deben ensuciarse: en el campo, en un taller de vehículos, en la construcción, en una feria de productos agrícolas, etc.; pero que manifiestan una honestidad, un cariño por la vida, respetando a las personas, siendo un ejemplo para sus hijos y vecinos, son participantes de nuestras comunidades cristianas y allí entregan un mensaje de Jesús a otros con gran fidelidad y, desde su propia experiencia logran aportar a la transformación de las personas que crecen a su lado. Como bien dice Jesús no es lo que entra lo que ensucia al hombre sino lo que sale de él. Y en este caso surge bondad, cariño, evangelio.
Y conocemos algunas personas impecables en su vestir y en su hablar que engañan, prometen cosas, involucran a otros en sus maquinaciones y dejan a los demás en las mismas condiciones de vida de antes. Muchas veces más pobres y sin esperanzas.
Vigésimo segundo domingo del año, 1 de septiembre 2024.