P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario episcopal Curicó Ciudad y Rural
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego-estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: <<¡Hijo de David, ten piedad de mí!>>. Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: <<¡Hijo de David, ten piedad de mí!>>. Jesús se detuvo y dijo: <<Llámenlo>>. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: <<¡Ánimo, levántate! Él te llama>>. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: << ¿Qué quieres que haga por ti?>>. Él le respondió: <<Maestro, que yo pueda ver>>. Jesús le dijo: <<Vete, tu fe te ha salvado>>. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino (Marcos 10, 46-52).
Nos encontramos nuevamente con Jesús camino hacia Jerusalén y dentro de ese camino le surgen diversos personajes que reciben de él una palabra, un signo de reconocimiento, una invitación, etc.; hace algunos domingos contemplamos el pasaje de un joven rico que conociendo a Jesús le pregunta acerca de los requisitos para la salvación; luego dos apóstoles le piden ser tenidos en cuenta en el reino ocupando puestos de importancia estando uno a la derecha y otro a la izquierda. Hoy es un ciego, es el Hijo de Timeo; eso es el significado de su nombre: Bartimeo. Al parecer son personas conocidas en las primeras comunidades cristianas, de ahí su incorporación en el pasaje bíblico.
Llama la atención que a la hora de pasar Jesús por el lugar donde estaba el ciego Bartimeo, éste lo reconoce como un profeta importante, lo llama Hijo de David y confía de manera total en que será sanado, y la gente le dice que se calle: que no moleste al Maestro. ¿Será que no es digno de presentarse ante un profeta bueno? Porque los enfermos son pecadores y ¿manchará de esta forma al Señor? Es curioso que los mismos habitantes le impiden buscar la salvación si han escuchado que ha realizado signos en tantos lugares.
A veces no conviene escuchar tantas opiniones desafortunadas, porque el ejercicio del discernimiento ayuda a descubrir la vida verdadera y los caminos que nos conducirán a la alegría y a la salud. Pero eso requiere formación, aprender lo que significa el Mesías en la vida nuestra.
Otra cosa que llama la atención es la disposición inmediata del ciego al oír que viene Jesús: de inmediato se levantó, y botó su capa. Se desprendió de todo lo que tenía porque encontró un gran tesoro, como dice la parábola. Contrariamente a lo que el joven rico realizó: cuando se le pide dejar todo, se devuelve triste por el camino que había realizado volviendo a su vida monótona. El ciego Bartimeo, ahora curado de su enfermedad sigue alegremente a Jesús, se hace parte de su comitiva y seguramente celebrará por primera vez la Pascua en Jerusalén, ha podido disfrutar la vida nueva. Su disposición de ánimo le permite comprender que la vida requiere confianza, fe; es así como logra conocer a Jesús y recobrar la salud.
Es importante invitar a que podamos, dentro de nuestras cegueras, descubrir dónde está el Señor hablándole a la comunidad de hoy. En momentos de crisis se nos puede perder de vista la presencia amable y sanadora de Jesús. Cuando estamos ciegos pueden aparecer muchos sanadores aprovechándose de la situación y se puede caer en una enfermedad mayor.
El interés de Jesús cuando pregunta es para entrar en relación con la persona, es para que ella le haga saber su verdadera necesidad. Generalmente los ricos van con soluciones para problemas que nadie les ha planteado y es por lo que después vemos descuido, poco agradecimiento, y ganas de no volver en los que han ayudado. Pero se valora más y se cuida cuando se responde a la verdadera necesidad y esa brota de los labios de quienes en verdad están en situación de indigencia.
Pidamos a Jesús que nos despierte el mismo sentido que él tiene, de escuchar y de acercarse a quienes más necesitan para responder con lo que buscan para vivir.
Trigésimo domingo, 27 de octubre 2024.