P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Jesús enseñaba a la multitud: <<Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad>>. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: <<Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir>> (Marcos 12, 38-44).
Un nuevo domingo nos encuentra con Jesús que enseña a la multitud, su actitud contemplativa le permite darse cuenta de la realidad de los habitantes de ese pueblo en el que está y que en cierto modo se puede atribuir a todas las comunidades humanas del mundo. El Padre Pagola nos instruirá hoy en torno a esta situación, luego de leer el evangelio nos dice: “La escena es conmovedora. Una pobre viuda se acerca calladamente a una de las trece alcancías colocadas en el recinto del templo, no lejos del patio de las mujeres. Muchos ricos están depositando cantidades importantes. Casi avergonzada, ella echa sus dos moneditas de cobre, las más pequeñas que circulan en Jerusalén.
Su gesto no ha sido observado por nadie. Pero, en frente de las alcancías, está Jesús viéndolo todo. Conmovido, llama a sus discípulos. Quiere enseñarles algo que sólo se puede aprender de la gente pobre y sencilla. De nadie más.
La viuda ha dado una cantidad insignificante y miserable, como es ella misma. Su sacrificio no se notará en ninguna parte; no transformará la historia. La economía del templo se sostiene con la contribución de los ricos y poderosos. El gesto de esta mujer no servirá prácticamente para nada.
Jesús lo ve de otra manera: «Esta pobre viuda ha echado más que nadie». Su generosidad es más grande y auténtica. «Los demás han echado lo que les sobra», pero esta mujer que pasa necesidad, «ha echado todo lo que tiene para vivir».
Si es así, esta viuda vive, probablemente, mendigando a la entrada del templo. No tiene marido. No posee nada. Sólo un corazón grande y una confianza total en Dios. Si sabe dar todo lo que tiene, es porque «pasa necesidad» y puede comprender las necesidades de otros pobres a los que se ayuda desde el templo.
En las sociedades del bienestar se nos está olvidando lo que es la «compasión». No sabemos lo que es «padecer con» el que sufre. Cada uno se preocupa de sus cosas. Los demás quedan fuera de nuestro horizonte. Cuando uno se ha instalado en su cómodo mundo de bienestar, es difícil «sentir» el sufrimiento de los otros. Cada vez se entienden menos los problemas de los demás.
Sin embargo, como necesitamos alimentar dentro de nosotros la ilusión de que todavía somos humanos y tenemos corazón, damos «lo que nos sobra». No es por solidaridad. Sencillamente ya no lo necesitamos para seguir disfrutando de nuestro bienestar. Sólo los pobres son capaces de hacer lo que la mayoría estamos olvidando: dar algo más que las sobras”. Hasta aquí el Padre Pagola.
Me parece muy iluminador y a la vez un texto que viene a corregir nuestra costumbre de dar lo que nos sobra en todos los aspectos: generalmente la ropa que ya no sirve, ¿me imagino que le servirá a otros?; ¿nuestro compromiso eclesial es un tiempo que dedico para ‘ayudar al curita’ se suele decir y no es para vivir mi vida cristiana?; damos nuestra vida profesional a veces con poca convicción y nos transformamos en “profesionales de algo”, pero no entregamos toda la vida haciéndola monótona y le damos mala atención a quienes deben pasar por nosotros en trámites de oficina, de salud, de justicia, etc.. Pidamos a Jesús que nos dé siempre el don de darlo todo como él lo ha hecho.
Trigésimo segundo domingo del año, 10 de noviembre 2024.