P. Luis Alarcón Escárate
Párroco de San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: <<Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto>>. Él les respondió: <<Denles de comer ustedes mismos>>. Pero ellos dijeron: <<No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente>>. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces, Jesús, les dijo a sus discípulos: <<Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas>>. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas (Lucas 9, 11-17)
Celebramos en este domingo la fiesta conocida como Corpus Christi. Que ha tenido mucha expresión en diversos lugares del mundo y también de nuestra diócesis con procesiones en homenaje al Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Esta es una de esas ocasiones en las cuales se manifiesta profundamente el corazón de Jesús que ama a los que se le han confiado, y que no son solo los que lo siguen. Que a veces podríamos creer, como los que hacen las encuestas, que son cristianos los que dan una respuesta afirmativa a la pregunta de la encuesta, o bien como me sucedió una vez que ante la ayuda solicitada por una persona en la cárcel, el fiscal me dijo que ese interno no era “mi feligrés” porque además era de otra religión. Le contesté que todo habitante de un territorio parroquial es mi feligrés, sea o no creyente. Así como para Jesús que recorre otros lugares porque también allí debe predicar el Reino de Dios. Todos son su preocupación.
Así, en este texto, el amor de Dios se manifiesta de manera explícita en la atención que tiene Jesús por los que lo han seguido, los que tienen hambre, los que han sido sanados.
Cuando se evidencia que la hora ha pasado y deben comer, surge la preocupación de los apóstoles, ellos deben sentir el hambre y el cansancio del tiempo transcurrido; pero contrariamente a Jesús, no han sentido lo que los demás sí: la utilización de su necesidad para fines políticos en tiempos actuales; he sabido de ayudas que llevaban solo un zapato o ropa sucia y en mal estado para entregarles a los pobres.
La preocupación de los apóstoles es aún algo superficial. Jesús los hace entrar en su carencia, les entrega el problema: denles ustedes de comer. Cuando eso ocurre, la calidad del servicio, la expresión del amor es mejor, es más sincero y es transformador.
Ponerme en situación provoca la apertura del corazón a compartir y salen cinco panes y dos pescados, que se transforman en alimento para miles. El evangelio logra transformar el pensamiento y el corazón de los apóstoles y también la vida de aquellos que siguen a Jesús. Porque aprenden lo que significa entregar su confianza, dar todo lo que tienes y recibir de vuelta el ciento por uno.
El cuerpo y sangre de Cristo es para los seguidores de Jesús la memoria actualizada de esa entrega que se realiza cada día por todos los hombres y mujeres del mundo que salen a trabajar para entregar a sus hijos e hijas, a su comunidad entera una calidad de vida mejor, pero que no sale en diarios y en televisión, algunas veces sí; pero que no se necesita. Para Jesús basta que un hombre y mujer se vea alimentada de ternura, de buen trato, de solidaridad. El Cuerpo de Cristo nos hace entrar en esa dimensión de verdadera donación, de amor profundo que se nota todos los días de la vida.
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 22 de junio 2025.