P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida”. (Lucas 10, 25-37)
Hoy nos encontramos con un texto muy provocador para la vida de fe. Es muy lógico que las leyes existan y nos marquen algunos comportamientos pensando en el bien de la comunidad en general. Pero hay situaciones en las que el criterio debe llevarnos a descubrir el sentido profundo de esa ley y que cumplir de manera ciega no es servicio ni ejercicio de libertad, sino que nos hace hombres y mujeres fundamentalistas. Como son los que se atan a leyes y son incapaces de ponerse al nivel de los hombres y mujeres más sencillos del mundo, donde lo que prima son los más sinceros deseos de bienestar, de servicio y de hacer sentir bien a los otros más que aprender reglamentos y preceptos.
Las redes sociales son un mundo de amigos, miles de amigos; que envían fotos, poemas, saludos, se comparten situaciones de la vida diaria. Pero la realidad es que no muchos son tus amigos verdaderos. No son de los que se detienen a conversar algo en la calle o en la plaza, a lo más podemos decir: parece que a esa persona la tengo en Facebook. De alguna manera llegó a mi lista de amigos. Parecen prójimo, pero no son mi prójimo.
Frente a alguna situación de diferencia, la burla, la ofensa, el hacer primar de manera prepotente mi opinión es lo que vale. Al final sigue siendo cada uno solo con su vida y sus cosas.
El buen samaritano no sabe de redes sociales, solamente tiene ojos para lo real, “lo que se toca”, como somos todas las personas, especialmente los chilenos que “tenemos la vista en las manos”. El buen samaritano no pertenece a una línea política ni religiosa determinada por lo tanto no se sabe las reglas del juego que dicen “no se debe tocar a un enfermo moribundo ya que se corre el peligro de quedar contaminado y así no puedes ir a cumplir tu servicio religioso”. De ahí que el maestro de la ley y el escriba crucen al frente, ellos hacen lo que manda el reglamento.
El samaritano no es judío, no se sabe la ley. Lo guían sentimientos puramente humanos. Esa actitud libre es la que Jesús nos invita a tener. La adhesión a su persona no puede ser un obstáculo para el encuentro en la situación que sea. Hoy es un herido en el camino, y mañana será un adulto mayor o un compañero de curso o de trabajo. La vida en Jesús siempre será comunión, encuentro con otros.
El gran conflicto de Jesús fue siempre el comprender a su Padre y su vida como un ser que ama y que invita a permanecer junto a él expresando su alegría y adhesión de una manera que no es entendida por los judíos y que es considerada una falta de respeto. Y que posee la cualidad de ser comprensivo y no apegado a esquemas preconcebidos. Cuando los hombres creen comprender y dominar a Dios; él sale con una palabra y gesto totalmente fuera de lo que se creía. Nos sorprende con gestos de amor y acogida.
Dios se alegra con los que hacen el bien, porque han encontrado el sentido verdadero de la ley y no buscan responder todos los días de manera perfecta para caerle bien como si fuera mérito propio. Jesús nos muestra que nada de lo que hagamos podrá pagar toda la vida, la salud espiritual y corporal que ya ha conquistado en la cruz, los fariseos han logrado desfigurar a Dios. Jesús en cambio restaura su rostro, lo hace más cercano, empático, amigo, Dios con nosotros.
Décimo quinto domingo del año, 13 de julio 2025