P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: <<José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de todos sus pecados>>. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: <<Dios con nosotros>>. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa (Mateo 1, 18-24).
Quiero compartir una reflexión del P. Fredy Peña de “La Liturgia cotidiana” porque nos invita a mirar este acontecimiento del nacimiento de Jesús en una clave muy familiar, cercana a lo que cada hogar construye en su intimidad y cariño.
“Se sabe que Jesús es descendiente de Abraham y David. El primero es el padre de Israel y David su rey más importante; ambos son el origen de la nueva historia que Jesús como personaje principal, llevará a pleno cumplimiento. Jesús nace de María, su madre que estaba desposada con José…, que, de acuerdo con la costumbre de los judíos, el matrimonio consistía en el contrato y el vivir bajo el mismo techo. María y José estaban en la primera etapa, la cual tenía carácter de matrimonio; es decir, había un compromiso. Además, José era un hombre justo, no quería denunciar a María y pensaba dejarla sin que nadie supiera. ¿En qué radica la justicia de José? Para algunos sería no haber expuesto a María a una humillación pública; sin embargo, la justicia de José posee raíces más profundas: aceptar y confiar en la intervención extraordinaria de Dios, quien lo hace partícipe de su plan de salvación. En efecto, José descubre “algo” superior, incluso mayor a su propio matrimonio. Él se considera un “pobre” y, precisamente, con los pobres es que Dios construye hermosas historias de amor.
Asimismo, los padres de ese tiempo, a través del nombre de los hijos, intentaban caracterizar la misión que el niño desempeñaría en la sociedad. En este caso, Jesús, que significa “Dios salva”, es el nuevo Josué que introducirá al pueblo en el Reino de Dios. De ahora en adelante, Dios camina junto a su pueblo y éste toma “conciencia” de él, al igual que lo hacen los cristianos de hoy. Al hacer este ejercicio, sería un error limitarnos a pensar solo en nuestro pecado, puesto que también nuestra conciencia de Dios se fragua en las cosas buenas y hermosas que podemos llegar a hacer.”
Los planes de Dios nunca pasan por encima de la libertad humana. Lo hemos conocido en todos los llamados a hombres y mujeres en la biblia. Siempre tienen la posibilidad de decir que no, y con pena conocemos al joven rico que prefirió lo material antes que seguir a Jesús. No hay nadie que, habiendo conocido al Señor, lo haya defraudado. Su vida, sus opciones, su expresión siempre tendrá como centro el Reino de Dios que se construye en las obras de justicia que vemos a diario. En el trabajo solidario de crear instituciones servidoras del bienestar humano y nunca de explotación y de acumulación de riquezas que no ayudan a crecer, sino que dañan las relaciones y pone a uno contra otro.
La esperanza cristiana nos invita a recoger las palabras que han surgido este adviento: preparar, convertirse, alegrarse y contemplar a ese niño que nace y nos trae un reino nuevo.
Cuarto domingo de adviento, 21 de diciembre 2025.