P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles y Capellán Santo Tomás Talca
“Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”.
Estamos en pleno verano y seguramente muchos están disfrutando de unas merecidas vacaciones. Cambiar de ambiente y de actividades siempre hace bien para poder mirar la propia vida, evaluarse, entretenerse y descansar de la rutina. Como en otras ocasiones les comparto algunos párrafos de la reflexión del Padre Pagola, que nos mueven a una actitud más comprometida y firme en el seguimiento de Jesús:
“Pocos escritos pueden sacudir hoy el corazón de los creyentes con tanta fuerza como el pequeño libro de Paul Evdokimov, ‘El amor loco de Dios’. Con fe ardiente y palabras de fuego, el teólogo de San Petersburgo pone al descubierto nuestro cristianismo rutinario y satisfecho.
Así ve Evdokimov el momento actual: «Los cristianos han hecho todo lo posible para esterilizar el evangelio; se diría que lo han sumergido en un líquido neutralizante. Se amortigua todo lo que impresiona, supera o invierte. Convertida así en algo inofensivo, esta religión aplanada, prudente y razonable, el hombre no puede sino vomitarla». ¿De dónde procede este cristianismo inoperante y amortiguado?
Las críticas del teólogo ortodoxo no se detienen en cuestiones secundarias, sino que apuntan a lo esencial. La Iglesia aparece a sus ojos, no como «un organismo vivo de la presencia real de Cristo», sino como una organización estática y «un lugar de auto nutrición». Los cristianos no tienen sentido de la misión, y la fe cristiana «ha perdido extrañamente su cualidad de fermento». El evangelio vivido por los cristianos de hoy «no encuentra más que la total indiferencia».
Según Evdokimov, los cristianos han perdido contacto con el Dios vivo de Jesucristo y se pierden en disquisiciones doctrinales. Se confunde la verdad de Dios con las fórmulas dogmáticas que, en realidad, sólo son «iconos» que invitan a abrirnos al Misterio santo de Dios. El cristianismo se desplaza hacia lo exterior y periférico, cuando Dios habita en lo profundo.
Se busca entonces un cristianismo rebajado y cómodo. Como decía Marcel More, «los cristianos han encontrado la manera de sentarse, no sabemos cómo, de forma confortable en la cruz». Se olvida que el cristianismo «no es una doctrina, sino una vida, una encarnación». Y cuando en la Iglesia ya no brilla la vida de Jesús, apenas se constata diferencia alguna con el mundo. La Iglesia «se convierte en espejo fiel del mundo» al que ella reconoce como «carne de su carne».
Muchos reaccionarán, sin duda, poniendo matices y reparos a una denuncia tan contundente, pero es difícil no reconocer el fondo de verdad hacia el que apunta Evdokimov: en la Iglesia falta santidad, fe viva, contacto con Dios. Faltan santos que escandalicen porque encarnan «el amor loco de Dios», faltan testigos vivos del evangelio de Jesucristo”.
Faltan en nuestras comunidades hombres y mujeres locos de amor, que sean luz y sal. Que irradien y sostengan la fe propia y de los demás.
Domingo 9 de febrero, Quinto domingo del año. Mateo 5, 13-16.