P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles
Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: <<Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?>>. Pero Jesús conociendo su malicia, les dijo: <<Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto>>. Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: <<¿De quién es esta figura y esta inscripción?>>. Le respondieron: <<Del César>>. Jesús les dijo: <<Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios>> (Mateo 22, 15-21).
Este texto tan conocido y que nos mueve a entregar al Señor lo que se merece que es todo lo que tenemos y toda nuestra vida. Su manera de contestar pone todo sobre la soberanía del Señor. Les comparto la reflexión que sobre este evangelio nos regala el Padre Fredy Peña Tobar en la Liturgia Cotidiana: “Las maquinaciones para sorprender a Jesús continúan y esta vez los fariseos envían a discípulos suyos, que aun no recibían el título de rabí o maestro, para poner en entredicho al Señor. Es una situación compleja, porque, más allá de contestar la supuesta duda de los fariseos, la pregunta sobre “pagar el impuesto al César o no” podía encerrar un problema moral para un judío de conciencia recta, pues pagar el tributo a otro que no fuera el representante de Dios era como renunciar a creer en un Israel teocrático (que es Dios quien gobierna, el rey es solo un vicario, representante).
En efecto, la pregunta era muy capciosa. Si Jesús decía que había que pagar el impuesto iba precisamente contra el sentido teocrático nacional, es decir, sometía la teocracia al César y a Roma. Pero la respuesta de Jesús está llena de sabiduría y justicia: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Jesús no desconoce la sumisión al poder constituido, pero también pide que no se olviden del compromiso moral y colectivo que -como nación- tienen con Dios. Las obligaciones con el César y con Dios difieren en que el compromiso con el primero es temporal y, en cambio, con Dios es trascendental, es decir, para toda la vida. Por eso que las enseñanzas de Jesús no buscan suplantar las legítimas y necesarias competencias de las instituciones; al contrario, las estimula y las sostiene con sus principios de buena convivencia.
En definitiva, la respuesta de Jesús nos lleva a pensar qué es lo que Dios nos pide. Como creyentes, ¿cómo le respondemos a Dios? La vida de fe, por momentos, se diluye entre ser un buen ciudadano y servir a Dios. No debiera ser una contradicción, porque Dios trabaja a través de las instituciones humanas. No obstante, para construir el Reino de Dios se necesita saber cómo estrechamos los vínculos sin perder nuestra dignidad como personas e hijos de Dios”.
En este mes misionero que importante es poder ejercitarse en aprender verdaderas actitudes misioneras, que hagan presente en la comunidad donde vivimos de que nuestra vida está totalmente entregada al Señor. Que no se mueve en un doble estándar como muchísimas veces dicen de los cristianos. Nuestro compromiso debe manifestarse, desde pequeños, en el servicio, en la responsabilidad a la hora del estudio o del trabajo, la fe no es cumplir en ritos o rezos; tiene que mostrarse en el servicio sin interés personal, como lo hace el buen samaritano a la hora de acercarse al herido del camino, su libertad de religión externa hizo presente la religión interna: el lazo firme entre el hombre y su Dios que se explicita en el testimonio concreto. Pidamos que este ejercicio misionero nos haga vivir para siempre como “discípulos-misioneros”.
Domingo 18 de octubre, Vigésimo noveno domingo del año.