P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo (Lucas 14, 25-33).
Estamos ya muy avanzados en el año litúrgico y junto con celebrar este mes de la Patria, estamos invitados a mirar con mayor atención y ojalá siempre la palabra de Dios en este mes de la Biblia.
En este cuarto de siglo XXI vemos que la adhesión a la iglesia ha bajado de manera significativa. Es un dolor grande para una institución que acostumbraba a tener toda la atención y sus palabras eran órdenes para quienes asistían a las asambleas o, estando fuera la respetaban por sus grandes obras de bien en la construcción de las sociedades europeas y americana, así también en África, Asia y Oceanía. Así también era en nuestro país hasta estos últimos años en los cuales por diversas razones ha bajado el número de militantes en la Iglesia, no así la fe de los chilenos. En esa medida es un dolor que producto de un mal testimonio se dañe la fe de tanta gente sencilla.
Pero mirando desde la dimensión de quienes han madurado y se han adherido con fe verdadera y profunda podemos destacar su valentía por atreverse a mantener una bandera en alto para proclamar que los errores de muchos no son la verdadera cara de la iglesia, sino que de modo personal han caído en pecado y en delitos graves.
Los hombres y mujeres de fe se han afirmado mirando a Jesucristo que los inspira y los mueve a seguirlo con entusiasmo permanente y, con realismo se sientan a pensar cuales son las tareas que deben fortalecerse dentro de todo el quehacer que la iglesia tiene como expresión de la solidaridad de Jesús por los más pobres, de la enseñanza que Jesús entrega a los más abandonados y que la piden con insistencia. El sentarse a reflexionar no es una forma de evadir la lucha sino la búsqueda que permite darle un sentido mejor y de ese modo la eficacia en la tarea será realmente notoria y fructífera para que los hombres y mujeres del mundo elijan seguir al maestro con todas las implicancias que el Evangelio trae consigo.
Si bien es cierto, hay una gran preocupación por lo litúrgico, la enseñanza de la palabra de Dios, la doctrina de la iglesia en lo social, lo dogmático, etc.; el objetivo de esto es para que cada cristiano conozca lo que orienta el actuar de la iglesia a partir de la enseñanza de Cristo, pero que cada uno en su creatividad, en los talentos recibidos, puede ir haciendo vida cada día en actividades que permitan crecer en esa dimensión de Hijo de Dios que cada persona es. Por lo tanto, la acción pastoral no es solo aprender un rezo de memoria, sino que será aprender cómo deben ser las relaciones humanas según el Señor; cómo un invento técnico no debería quitarle el lugar al hombre como sujeto de la historia; cómo la política debe ser un servicio a la convivencia humana y no formas de hacer sentir el dominio de los poderosos.
Vigésimo tercer domingo del año, 7 de septiembre 2025.