P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles y Capellán Univ. Santo Tomás
“Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó sana”.
En los inicios de la predicación apostólica, seguramente tenían la duda de qué hacer con el legado de Jesús, es algo solamente para los que lo hemos conocido, o es algo únicamente para los judíos o es un mensaje que debe llegar a los paganos.
“Jesús sólo había actuado dentro de las fronteras de Israel y había sido eliminado rápidamente por el representante de Roma y los dirigentes del templo, no había podido hacer nada más. Sin embargo, rastreando en su vida los discípulos recordaron dos cosas muy iluminadoras. Primero, Jesús, era capaz de descubrir entre los paganos una fe más grande que entre sus propios seguidores. Segundo, Jesús no había reservado su compasión solo para los judíos. El Dios de la compasión es de todos” (P. Pagola).
Jesús se detiene ante el grito de la mujer y encuentra en ella una fe tan grande que la hace merecedora del don de la salud para su hija. Ha descubierto un corazón abierto al don de Dios que es para todos. No hace excepción de personas. Qué equivocados están aquellos que creen ver en Jesús un fiscalizador de la ley y que viene a condenar a aquellos que no cumplen los preceptos establecidos. Alguna vez hemos dicho que la ley para el judío es como el dedo indicador que te dice hacia donde caminar y si no lo obedeces te perderás, por lo tanto no es un imperativo en el orden judicial, sino en el cumplimiento del amor que he encontrado en mi padre que me dice dónde me irá bien. La palabra de Jesús en este día es la invitación a tener esa misma apertura a todas las necesidades humanas.
Cuantas veces nos hemos encontrado por la calle a personas que nos dicen: Rece por mí. Pida por mi hijo o hija, por mi familiar enfermo. Seguramente no tienen la misma costumbre o fe que cada uno de los que asisten a misa, pero tienen confianza en el don de Dios que se manifiesta a pesar de todo por medio de aquellos que sí creen.
Por eso es una invitación también al testimonio, a poder vivir según lo que creemos. Cuanta gente que no va a la Iglesia, pero se sabe todos los mandamientos y te los “representa” cuando nos los vives. Es importante para el que conoce la palabra de Jesús hacerla vida en todo momento y saber comunicarla como un don que sana, que salva y que te mueve a vivir de una forma distinta a como lo habías hecho hasta hoy. Porque, como lo hemos dicho, muchos que dicen no creer son en una gran medida mejores personas porque toman en cuenta a los demás, son más compasivos, más serviciales, algo que a veces nos falta a los que somos cristianos.
Domingo 20 de agosto, Mateo 15, 21-28.