Mons. Galo Fernández presidió la misa en la iglesia catedral de Talca el miércoles 3 de septiembre, mismo día en que se efectuó el funeral de Mons. Goic en la ciudad de Rancagua.
El obispo de Talca comenzó sus palabras diciendo que “para un creyente que ha vivido como un peregrino esperando la hora de la partida, la muerte, como dice el texto que hemos leído, es una ganancia”.
“Don Alejandro fue obispo titular de Osorno y Rancagua, y obispo auxiliar en Concepción y aquí en Talca. Junto a ese largo periplo tuvo una trayectoria destacada en ser parte de una iglesia profética, que se pone del lado de los últimos, que se atreve a levantar la voz para defender a los que están siendo atropellados y para hacer suya la doctrina social de la iglesia, como eje del actuar nuestro”.
“De ahí esa frase tan destacada cuando instaló la idea clara de que no basta hablar desde términos y criterios meramente económicos sobre el salario mínimo, e instaló una mirada que dice hay que tener presente cuál es el salario ético. Recordamos eso como una expresión de un pastor que mira el mundo real y sus heridas, de un pastor que se compromete con las causas que afectan a la vida de todos. Damos gracias por su vida y ministerio”, afirmó el padre Galo.
En su paso por nuestra diócesis (1991 a 1994) al obispo Alejandro Goic le correspondió participar en la última parte del Sínodo, y en especial poner en práctica sus conclusiones, que hablaban de una Iglesia misionera.
“La primera lectura de Pablo está en el contexto del apóstol que le toca vivir en circunstancias aflictivas, complejas. Pero camina sostenido en la esperanza, ese valor profundo que nace de la fe y que nos permite enfrentar la dificultad, y lo explica diciendo para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. Don Alejandro tenía precisamente este texto como su lema, como su modo de vivir y de comprometerse”, mencionó nuestro pastor.
“Leímos el texto del juicio final en el que no se nos va a consultar por la lista de actos piadosos que hayamos realizado. Tampoco si estamos bautizados, confirmados o en qué cantidad de misas participamos. Se nos va a examinar si acaso supimos servir al pobre, al desnudo, al forastero, al encarcelado, al enfermo”.
“Que hermoso pensar como el Señor podrá estar llamando a don Alejandro para decirle: ‘Ven, bendito a mi padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber’. Gracias, Señor, por la vida de don Alejandro, por su ministerio entre nosotros, por todo el servicio que él hizo en la Iglesia de Chile”, concluyó Mons. Galo Fernández.