Saludo del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal en el 50º aniversario de su fallecimiento
A monseñor Horacio Valenzuela Abarca
Obispo de Talca
El 22 de junio próximo, se cumplirán cincuenta años del fallecimiento de Monseñor Manuel Larraín Errázuriz, obispo de Talca por cerca de 30 años, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y un preclaro obispo en nuestra patria.
Desde su niñez fue amigo de san Alberto Hurtado y, en su juventud, compartió con él su ideal de entrega a Cristo y de servicio a los pobres, en especial, como estudiantes de Derecho en la Pontificia Universidad Católica. Posteriormente, ya como sacerdotes, compartieron la misma visión de la Iglesia al servicio de la familia humana y, en su trabajo, enfrentaron problemas e incomprensiones semejantes, lo que los hizo profundizar su amistad.
La Iglesia, el CELAM y el Concilio Vaticano II
"La Iglesia ha sido hecha para el hombre". Esta convicción fundamental orientó el trabajo de don Manuel Larraín. Por ello señalaba: “El sacerdote ha de ser un hombre de su tiempo, comprendiéndolo y amándolo, y ha de ser un hombre de todos los tiempos, manteniendo lo que constituye su razón de ser sacerdotal”. En su Testamento Pastoral señalaba, "quiero que mi última palabra sea para la Iglesia, el gran amor de mi vida sacerdotal. En ella he vivido y he encontrado a Cristo. Por ella únicamente he trabajado y sufrido".
Su amor a Latinoamérica lo expresó recorriendo incansablemente el continente, motivando, animando y buscando acuerdos, hasta que logró su sueño de organizar el Consejo Episcopal Latinoamericano, el CELAM, del cual fue inspirador y guía.
De este modo, fue un promotor de que los obispos ejercieran su ministerio de manera más colegiada, es decir, más animados por la comunión mutua, una idea que será central en el Concilio Vaticano II. La Iglesia y los obispos debían buscar "una comunión en y para la misión".
Vivió intensamente su amor a la Iglesia en tiempos del Concilio Vaticano II. En él tuvo una participación muy relevante, no sólo por medio de sus alocuciones en Aula, sino también con su protagonismo en la construcción de una efectiva red de colaboración de los episcopados de América Latina y el mundo. Don Manuel contribuyó de modo profético para que la Iglesia universal se abriera a una nueva época de su misión, en una renovada mirada del mundo contemporáneo, atentos a la escucha de los signos de los tiempos.
El apostolado de los laicos y la liturgia
En octubre de 1963, frente a todos los obispos del Concilio, don Manuel Larraín destacó que la triple función de la Iglesia –profética, sacerdotal y real– no sólo se debía aplicar a la jerarquía, sino también a los fieles laicos, es decir, a todo el Pueblo de Dios. Esto implica para todos los fieles "la grave obligación de predicar y dar testimonio”. Monseñor Larraín insistió en la corresponsabilidad en la misión: “sacerdotes y laicos pertenecen a una Iglesia que necesita el contacto con el mundo. La Encarnación envuelve consigo una misión universal: realizar la unidad de la familia humana uniéndola con el Padre”.
Este apostolado de los laicos debía ser realizado en el propio ambiente, para exaltar así la vinculación entre la Iglesia y el mundo: llevando el mensaje de Cristo "a los hombres, a todos los ambientes, a todos los sectores, a todas las ideologías”. Por ello, “el Pueblo de Dios, portador de la fuerza de esta Palabra, debe dar testimonio de ella, ya sea en la predicación, ya sea en un estilo evangélico de vida”. La centralidad de la Palabra de Dios lo llevó a insistir en que la tarea evangelizadora se debe hacer “restituyendo a la lectura de la Biblia su valor insustituible". Supo combinar de modo admirable una gran apertura a las nuevas exigencias de los tiempos con un hondo aprecio por la riqueza de la tradición espiritual de la Iglesia: "La comunidad parroquial tiene su base en la vida litúrgica. Por la comunidad que ora iremos a la comunidad que actúa. No reconstituiremos el auténtico sentido de la Iglesia, mientras no hayamos dado a la vida litúrgica, el lugar que ocupa en el pensamiento de Cristo y en la rica tradición de los grandes siglos cristianos".
Los cristianos en la sociedad
Se esforzó por amar y comprender los tiempos y la sociedad que le tocó vivir. Sus discursos no estaban dominados por las críticas, las condenaciones o por el pesimismo, sino por una aguda mirada de fe que lo impulsaba a descubrir la acción de Dios en la historia humana.
Monseñor Larraín defendió con ardor el deber de los católicos de participar en política, según los valores de la doctrina social de la Iglesia. En sintonía con la Constitución Gaudium et spes, señaló que “ningún problema material, ningún problema intelectual, ningún problema social, puede sernos extraño”. Por ello, como obispo, animó a muchos jóvenes laicos a comprometerse con valentía en el campo político. La acción social de los cristianos no podía limitarse a la asistencia, sino que debía colaborar por medio de un estudio profundo de la Doctrina Social de la Iglesia, para poder así proponer soluciones serias y estructurales a los problemas sociales.
Es ampliamente recordado por su participación en el proceso de implementación de la Reforma Agraria en Chile: "No puedo ocultarles mi emoción al hablarles. Hoy, en esta propiedad pequeña, ante un grupo también pequeño de campesinos y de amigos que nos acompañan, se está haciendo algo grande para el futuro de Chile. Hoy se termina en esta propiedad el sistema de inquilinaje”. Con estas palabras monseñor Larraín entregaba las tierras de la Iglesia a los campesinos, de manera de "buscar los medios más eficaces para dar al trabajador agrícola el lugar que le corresponde, en un orden social inspirado por el cristianismo” (Congreso Rural de Manizales). Su ejemplo, audaz y profético, incluso fue destacado por el papa Paulo VI en Populorum progressio, 32.
Sus propuestas sociales buscaban un desarrollo integral de la sociedad chilena, y por eso promovió una economía orientada no por el lucro, sino por la satisfacción de las necesidades humanas. Su propósito era colaborar en la construcción de una civilización basada no "en el tener más", sino en "el ser más".
Don Manuel Larraín Errázuriz fue un sacerdote de gran amor filial a la Virgen María, por eso agradecemos a Dios y a la Santísima Virgen, por haber regalado a Chile y a la Iglesia a este insigne sacerdote y obispo.
+ Card. Ricardo Ezzati Andrello
Arzobispo de Santiago
Presidente
+ Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Vicepresidente
+ Cristián Caro Cordero
Arzobispo de Puerto Montt
+ Fernando Chomali Garib
Arzobispo de Concepción
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo de Melipilla
Secretario General
Santiago, 21 de junio 2016.