P. Luis Alarcón Escárate
Vicario de Pastoral Social y Talca Ciudad
Párroco de Los Doce Apóstoles y Capellán Santo Tomás Talca
“Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: <<El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!>>” (Mateo 13, 1-9).
Cuando leemos este texto cada vez que corresponde el año litúrgico nos vamos directamente a lo moral y a compararnos con los ejemplos que se nos presentan en la parábola que Jesús nos propone: que, si soy buena o mala tierra, si he dado buen o mal fruto y de ahí a propósitos que son buenos, pero no alcanzan a llegar al sentido verdadero de esta enseñanza de Jesús.
La lectura de los textos anteriores a este en el mismo evangelio, nos hacen mirar el contexto general y descubrir que todo está centrado en el Reino de Dios; Jesús viene de predicar en muchos lugares, descansando en Cafarnaúm y en la mañana al levantarse se encuentra con toda la gente que espera su aparición para escucharlo y para ser sanados de las dolencias que traían y que son muchas. Hoy, le agregamos las que padece nuestro país que son las demandas sociales que vienen desde antes de la pandemia, la pandemia misma y luego la incertidumbre ante el futuro con los graves problemas que podrían ocurrir si no se toman las precauciones: como la cesantía, la reactivación económica, la pendiente consulta sobre la nueva constitución, etc.; son muchas las inquietudes que le entregamos a Jesús para que nos anime con su palabra y nos sane.
En la Iglesia, la actitud de todo seguidor de Jesús es sembrar, no cosechar. Los amigos de Jesús tienen la permanente tarea de proponer el mensaje del Reino. De ir provocando actitudes de verdadera humanidad dentro de la sociedad para que toda dolencia se cure. Seguramente habrá algunas respuestas que no resultarán, que como la semilla quedarán en mala tierra, ahogada entre espinas o que caen sobre las piedras; son los riesgos de la tarea del anuncio del Reino. Pero la visión de la cosecha final es totalmente exitosa, han dado fruto el noventa, el sesenta y el treinta por uno. Por eso es tan importante el que haya obreros para la mies, como rezamos en la oración por las vocaciones. Sabemos que el Señor irá cuidando la siembra e irá mostrando poco a poco la fuerza oculta que posee el Evangelio. Pidámosle entonces disposición, fuerza para trabajar, docilidad para comprender que somos colaboradores y no dueños de la misión.
El Padre Pagola nos cuenta “que para Jesús no fue fácil llevar adelante su proyecto. Se encontró con la crítica y el rechazo” (El camino abierto por Jesús, pág. 138). Tampoco lo será hoy. La pregunta que surgió en la Asamblea Diocesana de hace unos días atrás fue: ¿Cómo saldremos después de esta pandemia? Todos esperamos que, renovados, fortalecidos, con la esperanza de todo sembrador que sabe que el próximo año viene mejor. No con la desconfianza de los que todo lo encuentran mal, que se desalientan y empiezan a perder la fe. “Hay que seguir sembrando, al final habrá cosecha abundante. Jesús nos dejó en herencia la parábola del sembrador, no la del cosechador” (ídem. Pág. 139).
El Reino de Dios exige que vivamos con esa confianza de nuestros campesinos, que todos nos convirtamos a esa invitación del sembrador por excelencia que es el Señor Jesús.
Domingo 12 de julio, Décimo quinto domingo del año