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01 Jul2024

“Hija, tu fe te ha salvado”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: <<Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que sane y viva>>. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: <<Con sólo tocar su manto quedaré sanada>>. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal (cfr. Marcos 5, 21-43).

Este hermoso texto nos recuerda a muchos el encuentro del Papa Juan Pablo II con los jóvenes en su visita a nuestro país hace ya más de treinta años. Es una joven la que espera la salud de parte de Jesús, su padre ha ido al encuentro del Maestro.

En el trayecto sucede algo tremendo, seguramente es una calle muy concurrida y en un horario en el cual hay más gente de lo habitual. Todos pueden tocar a Jesús al pasar. Pero “el tocar” de la mujer es algo muy distinto. Su acercamiento a Jesús no está marcado por la curiosidad ni por escuchar sus palabras tan sabias, sino que únicamente están llenos de fe.
Una fe que hace realidad su sanación. Sin pronunciar palabras, sin gritar ni vociferar, silenciosamente, tímidamente porque es una enfermedad aún en estos tiempos “vergonzosa”. Una mujer ha movido al Señor a la acción pastoral, a la caridad solidaria con el mundo que sufre. Es un paso renovador de la tarea eclesial que en estos tiempos nos permite preparar el camino para el ministerio enviado de la mujer que, dicho sea de paso se han enviado dos en una parroquia de Curicó. Sabemos, y lo hemos dicho en reflexiones anteriores, que en nuestras capillas y desde siempre son ellas las que nos mueven, las que preparan, las que parten las iniciativas de creación o de construcción de comunidades. Así esta mujer enferma con su esperanza logra que Jesús la mire y le hable después de haber sido sanada porque ha puesto toda su confianza en él.

Veo una invitación a que seamos hombres y mujeres de fe. De profunda fe en Jesucristo. Muchos creen, lo hemos dicho también, en imágenes personales y no en el Señor que la escritura nos presenta y que tiene profunda caridad con los hombres y mujeres del mundo. Jesús ha partido inmediatamente al llamado de Jairo para atender a su hija, pero ha respondido con su sola presencia a la necesidad de una mujer sufriente.

La fe mueve montañas, es cierto; pero se requiere el esfuerzo humano para alcanzar ese regalo de la salud que Dios nos quiere dar. Ir como Jairo al encuentro del Maestro, salir y tocar como la mujer a Jesús. Siempre pondrá de relieve esa actitud libre, que busca y que en él encuentra lo que necesitaba, como ocurre con este ejemplo de la mujer.
Hoy tenemos enfermedades de falta de sentido en la vida y eso se traduce en neurosis. El afán de dominio provoca grandes guerras que conocemos hoy en día y la amenaza terrible de que todo puede desaparecer por puro capricho humano. Que necesario es reconocer nuestras dolencias para comenzar a sanar.

La salud de nuestras situaciones de pandemias diversas, de injusticia, de falta de solidaridad, etc. necesita la fe y junto con ello el actuar de quienes piden para que la salud llegue.

Décimo tercer domingo del año, 30 de junio 2024.

Diseño, Edición y Producción: Departamento de Comunicación Social.
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