P. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó
“Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: <<Voy a pescar>>. Ellos le respondieron: <<Vamos también nosotros>>. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: <<Muchachos, ¿tienen algo para comer?>>. Ellos respondieron: <<No>>. Él les dijo: <<Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán>>. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: <<¡Es el Señor!>>. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban solo unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: <<Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar>>. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: <<Vengan a comer>>. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: <<¿Quién eres?>>, porque sabían que era el Señor” (Juan 21, 1-19).
Estamos en el tercer domingo de Pascua. Y Juan nos sigue relatando encuentros de Jesús resucitado con los discípulos que al parecer han vuelto a su casa, a su antigua labor de pescadores. ¿Será que, en el duelo por la pérdida de su maestro, se han tenido que devolver sin tener ninguna labor importante? ¿Han vuelto a ser simples pescadores, porque es lo que sabían y ahí están en su hábitat?
Todos, cuando perdemos a alguien, nos refugiamos en lo conocido, en lo que sentimos más seguridad. Para Pedro y los otros discípulos, el lago es el sitio ideal para reponerse y volver a darle sentido a su vida que ha tenido un cambio tan violento con la muerte de quien los había entusiasmado en un proyecto que llamaba El Reino de Dios.
El proyecto truncado los ha dejado inmóviles; temerosos y sin iniciativa.
La aparición de Jesús en la orilla del lago les despierta nuevamente la ilusión. Y al recibir la orden de tirar la red a la derecha es como un nuevo nacimiento a la vida de la comunidad que sigue a su Señor. Se empieza a repetir la historia del llamado, pero ahora con certezas que los harán actuar con mayor seguridad porque pueden ver a quien los había movido a caminar por todo el país como “ayudantes” en una tarea apasionante y peligrosa. Hoy vuelven a encontrarse con el Resucitado que los alimenta y los fortalece para emprender una ruta en la cual se apoyarán en la fe y en la vivencia de la comunidad que ha sido testigo privilegiado de lo que Dios ha realizado con Jesucristo.
Para Pedro, la vida ahora tiene una nueva responsabilidad, porque si antes ha negado tres veces a Jesús, hoy confirma su fe tres veces y, además, se le anuncia su destino último. Ya no puede temer. Tampoco los apóstoles que tienen como tarea el seguir siendo discípulos misioneros de Jesús, pero ahora resucitado y vencedor. Por lo tanto, hablarán y actuarán con la convicción de lo que han visto y oído.
Su único sentido en la vida de ahora en adelante es Cristo. Su única tarea el anuncio de Cristo. Su único sentido será llegar a Cristo. Y cada uno lo será de manera privilegiada.
Que esa fe de los apóstoles nos permita a nosotros cultivar la vida comunitaria. En ella se crece, se alimenta, se afirman las convicciones.
Tercer domingo de Pascua, 4 de abril 2025.