Monseñor Manuel Larraín Errázuriz, nació en Santiago el 17 de diciembre de 1900. Hijo de don Manuel Larraín Bulnes y doña Regina Errázuriz Mena. Hizo sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Ignacio. Luego estudió en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica de Chile. Egresado de Leyes ingresó al Seminario Pontificio de Santiago, donde cursó Filosofía. De allí fue enviado a Roma a estudiar los cursos de Teología en la Universidad Gregoriana. En Roma, el 16 de abril de 1927, se ordenó sacerdote.
Regresó a Chile y fue profesor de historia de la Iglesia y padre espiritual del Seminario Pontificio de Santiago. Pasó después a la Universidad Católica de Santiago, donde tuvo a su cargo las clases de Cultura Católica y se dedicó especialmente a la atención espiritual de los estudiantes de medicina. Llegó a ser Pro-Rector de la Universidad Católica de la Chile, hasta 1938.
El 07 de mayo de 1938 fue nombrado obispo y el 07 de agosto de ese año fue consagrado en Santiago. En ese mismo mes llegó como Obispo coadjutor (que da derecho de sucesión) de Mons. Carlos Silva Cotapos, a la ciudad de Talca. El 21 de enero de 1939, por renuncia del ya anciano obispo Silva Cotapos, asumió como obispo de Talca.
Desde 1952 hasta 1962 se desempeñó como asesor general de la Acción Católica Chilena y al mismo tiempo asesor del Secretario Interamericano de Acción Católica, con sede en Santiago.
Tuvo destacada participación en la fundación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), siendo elegido primer Vicepresidente en su primera directiva y en 1964 designado Presidente, hasta su muerte. Durante muchos años fue secretario de la Comisión Permanente del Episcopado Chileno y presidente de la Comisión del Episcopado para el Apostolado Laico. Tuvo especial participación en congresos latinoamericanos de Acción Católica y en los dos congresos mundiales del Apostolado Laico, en Roma.
Fue miembro de la Comisión del Apostolado Laico, con importantes trabajos y ponencias, en el Concilio Ecuménico Vaticano II.
En su diócesis, su obra se puede cuantificar a través de la creación de muchas nuevas parroquias, la construcción de capillas, templos, centros sociales, poblaciones, casas de vacaciones, escuelas, etc., que pasan de 80. Trajo a Talca 10 congregaciones de religiosos y religiosas y 14 sacerdotes extranjeros. Ordenó a más de 30 sacerdotes de la diócesis. Todavía se recuerda con cariño su campaña pública para dotar a Talca de la flamante Catedral actual.
Sus contactos internacionales, artículos en las principales revistas del mundo, conferencias en los centros culturales más destacados, dieron a Mons. Larraín una personalidad que sobrepasa las fronteras nacionales y que han sido una honra para Chile. Pudiendo haberse arrinconado en su ambiente acomodado, se hizo hombre universal a quien le preocupaba tanto el problema de un hombre humilde del campo o de la ciudad, como la pérdida de un pariente o la dificultad del hombre público importante. Estaba, por lo mismo, tan cercano a él un alto dirigente profesional como el obrero que construía la catedral.
De allí también su amistad y diálogo con hombres de talla internacional como Vittorio Veronesse, presidente de UNESCO; el prior Roger Schutz de la comunidad ecuménica Taizé en Francia; el Rey Balduino de Bélgica; el cardenal Wyszynski de Polonia; los poetas Gabriela Mistral y Pablo Neruda; Mons. Helder Cámara, Obispo de Recife en Brasil; el Cardenal Montini que llegó a ser Papa Paulo VI, etc.
Infinidad de conferencias de carácter pastoral, social y apóstol han sido su gran aporte al desenvolvimiento de la Iglesia en Chile y en América Latina.
Todas estas exposiciones fueron avaladas por una rica y profunda experiencia que lo llevó a iniciar la Reforma Agraria en Chile, entregando el fundo “Los Silos” de Pirque, con lo cual practicó su aporte a la reforma de estructuras necesarias en nuestra patria. En cualquier rincón de las provincias de Curicó y Talca, existen aún quienes recuerdan el día que don Manuel estuvo con ellos, compartió sus problemas y escuchó sus inquietudes. Su prodigiosa memoria le permitía recordar cada nombre, cada rostro, cada historia, y entablar un diálogo directo inmediato con el campesino de su diócesis, con el obrero de las ciudades.
Su gran prestigio internacional lo obligó a ser permanente viajero en sus últimos años. Constantemente en el camino, podía estar un día en Europa y luego en cualquier pequeño poblado de su diócesis. Esta característica de su vida lo marcó y envolvió el momento de su muerte: el 22 de junio de 1966 fallece en un accidente automovilístico en el camino desde Santiago hasta Talca, frente a la localidad de Rosario (VI Región), cuando regresaba a su diócesis amada, junto a los hombres de su tierra a los cuales consagró su vida y por cuya Iglesia se entregó.