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26 Abr2024

“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a sus discípulos: <<Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos>> (Juan 15, 1-8).

Recuerdo un mensaje del Santo Padre en el cual nos invitaba a tener una relación personal con el Señor Jesús, porque no somos una ONG. Somos una institución que está presente en todos los lugares del mundo, pero no somos una simple organización de ayuda a los más pobres y necesitados, aunque lo hacemos y vivimos como un servicio prioritario. Nuestra primordial tarea es “estar con él” como nos recordará el evangelio de San Marcos con respecto al llamado de sus discípulos. Nuestra relación con Jesús es afectiva, hemos experimentado su cercanía y hemos vivido estos días contemplando no solo su pasión, muerte y resurrección, sino que hemos podido ver su presencia en cada una de nuestras vidas, donde su amor entrañable se ha hecho concreto.

Conocer a Jesús no es saberse su historia, nadie se relaciona con otro porque sabe sus cosas, hay tantos ídolos, artistas, deportistas o cualquier otra actividad, pero no los asumo como mi propio estilo porque no he estado adherido a esos ídolos. Pero sí me parezco a mi padre o a mi madre porque hemos tenido relación profunda de cercanía, de comunicación, de cariño, llevo incorporado los genes que me identifican, en todo está el ADN que descubre quién es mi familia.

La vid y los sarmientos están en esa dimensión más profunda, nos mueven a hacer todo con un estilo marcado por la fuerza del cariño. Los amigos de Jesús se han identificado con él en su manera de comprender la realidad y de acompañarla para que sea mejor cada día. Es por eso que nuestra tarea pastoral cumple su objetivo cuando ayuda a la humanidad a mirar cual es el sentido de su existencia. Cuando puede traspasar la realidad material y llegar a una realidad espiritual, que nos permita descubrir en los demás y en uno mismo esa dimensión que no podemos ver sino con los ojos del corazón. De ahí que no seamos una ONG como nos decía el Papa, porque no hacemos cosas buenas, sino que enseñamos, practicamos, mostramos como testimonio que el amor del Señor está “en” nosotros. El amor del Señor corre por nuestras venas como la sangre. Somos los sarmientos adheridos a la vid porque nos hemos dejado amar en toda nuestra verdad, sin la savia que nos recorre y nos alimenta no podemos vivir. Es una invitación a tener una experiencia personal con Jesús, conocerlo, sentirlo, experimentarlo, testimoniarlo; pero el gran detalle final es que se vive de manera comunitaria. Es una sola vid, pero los sarmientos no viven solos, no se alimentan solos, tendrían que ser otra vid u otra especie, que ya no sería Cristo.

Pidamos por cada una de nuestras comunidades, que habiendo superado las dificultades provocadas por la pandemia hace un par de años, poco a poco vuelven a seguir dando testimonio de adhesión celebrando en sus capillas e iglesias con el corazón abierto al encuentro verdadero, acompañando a los más necesitados y vulnerables, a los migrantes y a los jóvenes y niños para que se llenen de la savia que nutre y alimenta.

Quinto domingo de Pascua, 28 de abril 2024.

19 Abr2024

“Yo soy el Buen Pastor”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo: <<Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla; éste es el mandato que recibí de mi Padre>> (Juan 10, 11-18).

Este domingo se conoce como el día del Buen Pastor, y se dedica para hacer oración por los sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Les invito a que lo puedan hacer ya que una comunidad siempre requiere alguien que les muestre el camino hacia donde está Cristo, y que su vida mire hacia Dios y hacia los hombres para ser un verdadero mediador de ese amor inmenso que se comunica recíprocamente. El padre Pagola nos ilumina hoy con una hermosa reflexión que nos permite comprender la relación que debe darse en la comunidad y con el Señor:

“Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, sólo él es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.

Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes pueden reivindicar el título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se parece a Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.

Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Sólo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.

En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el futuro.

Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género…

Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.

Sólo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos”.

Cuarto domingo de Pascua, 21 de abril 2024.

12 Abr2024

“Así estaba escrito”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: <<La paz esté con ustedes>>. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: <<¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que Yo tengo>>. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: <<¿Tienen aquí algo para comer?>>. Ellos le presentaron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: <<Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos>>. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: <<Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto>> (Lucas 24, 35-48).

“Jesús se presenta ante sus discípulos como el Señor y el amigo cercano. La escena ocurre en Genesaret, ocasión en la que después del fracaso del esfuerzo nocturno en sus faenas de pesca logran una captura extraordinaria. La experiencia de los pescadores sabe que es inútil pescar por la mañana. No obstante, siguiendo las palabras del Señor, los discípulos realizan una pesca milagrosa. En efecto, lo que no consigue la capacidad humana ni las propias fuerzas, lo puede el Señor” (La liturgia cotidiana).

Ahora bien, me resulta muy impresionante lo que Jesús dice cuando “les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras” y suscita preguntas a todos cuando dice <<Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir…>>; porque nos invita a reconocer que todo en la vida es un esfuerzo que vale la pena. El dolor sin sentido no es algo querido por Dios, ni los sufrimientos, ni la guerra, ninguna muerte: solamente ésta que tiene un valor de redención, de verdadera entrega para que nadie más sufra en la historia. Pero para muchos queda la palabra que siempre repiten: ¡Es una prueba que el Señor te manda! Siempre me he rebelado ante esta frase. No la creo porque no está en la lógica de un Padre el provocar sufrimientos a su hijo para que pueda crecer, no es de alguien sano.

La lógica divina es plantearnos desafíos que provocan a la creatividad, a un sano crecimiento en todas las dimensiones de las relaciones humanas y ahí sí, se puede comprender que era necesario el sufrir o el padecer diversas cuotas de dolor que me han llevado a entender que debía ser más solidario, que me tenía que “sacrificar para ser alguien en la vida”. Muchos no toman en cuenta que es una cuota de dolor el tener que levantarse temprano para ir al trabajo o al colegio, es un poco de dolor el tener que gastar la vida para comunicársela al hijo que ha nacido y tengo que cuidarlo alimentándolo, vistiendo, educando, etc.; todas las actividades humanas tienen esa cuota de sufrimiento que se supera porque podemos ver los frutos que han producido.

El Señor Jesús nos recuerda que su entrega generosa ha traído la vida y la posibilidad de que todo lo que hacemos se transforma en vida compartida y vida que da más vida. “Ustedes son testigos de todo esto”.

Tercer domingo de Pascua, 14 de abril 2024.

05 Abr2024

“¡La paz esté con ustedes!”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: <<¡La paz esté con ustedes!>>. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: <<¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes>>. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: <<Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan>>… (Juan 20, 19-31)

La comunidad de los discípulos experimenta la vulnerabilidad, se encierran para no ser apresados igual que Jesús. Están con todos los temores que surgen porque no son aceptados por el grupo dominante y cualquier actuación pública los transformará en bandidos y en enemigos del imperio romano y del pueblo judío pues han puesto su suerte en un hombre que “se creía hijo de Dios”.

El primer día de la semana, siete días después de la resurrección de Jesús, los discípulos estaban encerrados por temor a los judíos y en esa situación de orfandad grupal el Señor llegó, atravesando los muros y, los saludó diciendo ¡La paz esté con ustedes! Esa aparición los llenó de alegría y reciben el envío a una misión de perdonar los pecados, de sanar a los hombres y mujeres que no tienen paz por muchísimas razones.

Ese día no estaba Tomás, uno de los apóstoles, quien al contarle lo ocurrido no cree y más bien los reta diciendo: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos y en sus pies y la herida en su costado no creeré”.

La semana siguiente vuelve Jesús a encontrarse con sus discípulos y ahora estaba Tomás junto a ellos, entonces el Maestro le dice: toca mis manos y mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe. A Tomás le brota el grito: ¡Mi Señor y mi Dios!

Para cada hombre y mujer la paz tiene una expresión distinta, seguramente en lo general coincidimos, pues las necesidades básicas son, en todo el mundo, las mismas: alimento, vivienda, salud, trabajo, familia. Y la falta de alguna de estas palabras trae consigo temores que expresan las grandes luchas de los hombres y mujeres de todos los tiempos: pobreza, muerte, violencia, migración, etc.

Creo que es muy importante saber que nuestra gran meta es la paz y que ella se logra en la medida en que vamos obteniendo la superación de esas realidades negativas que le quitan alegría y deseos de vivir a las personas. Para Jesús el pecado es la mayor causa de pérdida de paz. Es por eso su preocupación y el cuidado de dejar ministros del Perdón, porque el perderse en esa realidad no solamente quita la paz a quien vive en pecado sino a aquellos que se ven cercanos y por lo mismo heridos por esa realidad.

Hoy nos damos cuenta de que, los grandes esfuerzos de las personas y las naciones, cuando maduran y empiezan a pensar más en comunidad, es que uno puede volver a confiar, puede empezar a creer que todo será distinto porque nuestro compromiso se nota y le va devolviendo la paz que faltaba. Los hermanos dejan de creer porque nuestro testimonio es pobre y débil. Pero cuando se vive en verdad y se conoce el rostro verdadero de “Dios Misericordia” ahí empieza a construirse un mundo nuevo porque no son ritos, “misericordia quiero” decía Jesús.

La paz de Jesús no es la tranquilidad aparente de que todo es “una taza de leche”, la paz de Jesús es aquella que sabe vivir plenamente su vocación, aunque eso implica trabajo, esfuerzo e incomprensiones como la vida misma de Jesús. Pero esa disposición es la que consigue para todos el perdón y la salvación. El esfuerzo de muchos hombres y mujeres en la historia por lograr la independencia de pueblos ha sido seguramente desvelos y trabajos, pero han conseguido la salud de las personas, el respeto a los derechos de los trabajadores, la buena utilización de los recursos de la tierra, etc., ha significado seguramente para ellos la paz verdadera. El haber hecho su tarea como los servidores inútiles de los cuales habla otro pasaje del evangelio, pero que se ven favorecidos todos los más pobres y postergados. Seamos hombres y mujeres buscadores de la paz.

Segundo domingo de Pascua: de la Divina Misericordia, 7 de abril 2024.

01 Abr2024

“Todavía no habían comprendido que Él debía resucitar”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Párroco de San José la Matriz de Curicó
Capellán IP-CFT Santo Tomás de Curicó

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: <<Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto>>. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró al sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, quien había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos (Juan 20, 1-9).

Con el asombro de todos, Jesús ha resucitado. Es evidente que la humanidad no ha comprendido que Él debía resucitar de entre los muertos. Más aún cuando muchas situaciones nos hacen presente la realidad de muerte. Lo padecimos en los años de pandemia y lo vemos hoy en las guerras que se dan en el mundo. Dentro de esta realidad nos toca vivir esta Pascua de Jesús.

Este acontecimiento que marca la vida de los apóstoles para siempre y la de toda la humanidad, continúa impresionando y sigue siendo un momento que merece únicamente la contemplación. El ver la obra de Dios que se va desencadenando en toda la inmensidad del universo, la transformación del mal en un movimiento renovador de la vida humana y del devenir de la creación entera. Porque lo que estaba caído ha sido levantado por el sacrificio creyente de un hombre que ante todo confió en su Padre Dios y que fue tan amigo de los hombres que se hizo uno de ellos para poder salvarlos de todo lo malo, de la fuerza del mal y del poder del demonio.

Lo grandioso de este suceso es que no vemos a Jesús, solamente vemos los signos que hablan de que hubo aquí alguien sepultado y las vendas y el sudario corresponden a los que utilizaron para sepultar al Señor.

De inmediato, los discípulos creen. Y su testimonio es el que ha llegado hasta nosotros.

Es un momento de gran impresión para toda la humanidad, porque es un hecho nunca conocido. Como dijimos al iniciar la semana santa es un acontecimiento que conviene únicamente contemplar con actitud creyente y de a poco ir comprendiendo que la resurrección es un hecho que se vive con anterioridad a esta crucifixión y muerte del Hijo de Dios. Es todo el caminar de su vida creyente la que nos permite comprender que la resurrección es la aceptación definitiva del Padre al gesto de entrega total de alguien que había descubierto su vocación, había saciado su sed de agua viva, había encontrado la luz y de tal manera la irradiaba y la compartía con otros que se hace el primero entre muchos. Porque la resurrección no es un suceso para continuar en la historia al igual que Lázaro o el hijo de la viuda de Naím, sino que es el alcanzar de tal manera la plenitud que ahora vivo en la dimensión del Reino, es por eso que “está, pero todavía no”, porque falta aún por hacer vida nuestra fe, falta irradiarla y ante todo hacernos testigos de Cristo en nuestro mundo. El compromiso humano con la realidad de las situaciones de violencia en varios lugares del mundo: Ucrania-Rusia, Israel-Palestina, el hambre en África, conflictos sociales en América Central y también en Europa son las que permitirán contemplar verdaderamente la nueva vida de resucitados que nacerá, que ya no podrá seguir siendo con las limitaciones y fragilidades humanas, sino con la sabiduría de los que han sido testigos de la experiencia de Jesús muerto y resucitado.

“Resucitando a Jesús, Dios comienza ‘la nueva creación’. Sale de su ocultamiento y revela su intención última, lo que buscaba desde el comienzo al crear el mundo: compartir su felicidad infinita con el ser humano” (José Antonio Pagola. “Jesús. Aproximación histórica” pág. 419, Ed. PPC)

Pascua de la Resurrección del Señor, 31 de marzo 2024.

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