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17 Ago2024

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a los judíos: <<Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo>>. Los judíos discutían entre sí, diciendo: <<¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?>>. Jesús les respondió: <<Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que como mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente>>. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm (Juan 6, 51-59).

Para los judíos, escuchar estas palabras en boca de Jesús, era un escándalo muy grande. Nuevamente se quedan en la frase y no en lo que ella significa en lo profundo. Así como en el domingo anterior, donde Jesús les dice que antes de Abraham existía el hijo del Hombre, ellos sacan las cuentas y dicen: “No tienes más de cincuenta años y dices que conociste a Abraham”. En los primeros tiempos de la iglesia escandalizaban estas palabras de Jesús, que a partir de estos discursos quiere contarles acerca de su vida y su misión, seguramente también hoy día muchos no entienden a qué se refiere.

Podemos comparar con la inmensa multitud de ídolos ya sea artísticos o deportivos que hacen vibrar a las personas y que buscan identificarse con ellos por sus gustos personales o su forma de vivir.

Esos son los fans. Muchos de ellos son capaces de pasar horas sin dormir por comprar una entrada para un concierto o un evento deportivo. Compran todo lo referente a él, se visten como él, etc... Pero hay una diferencia, acá todo lo hace el fan. Su ídolo no está dispuesto a morir por su simpatizante, ni a dedicarle tiempo de su vida, o a darle algo de su riqueza. Acá lo importante es que ellos me den, me alaben, y dependiendo de su madurez como persona sabrá asumirlo o, como ha ocurrido en ocasiones, termine víctima de esa misma fama, derrotado por sus caprichos y por sus vicios financiados económica y anímicamente por los que lo admiraban.

En Jesús, en cambio no se espera simpatía de esa forma. No somos fans de Jesús, somos discípulos. Y el discípulo hace todo lo que ve hacer a su maestro. Y aquí es Jesús quien hace todo por sus amigos, porque quiere lo mejor y se los enseña. Jesús se presenta de manera humilde y propone una manera de vivir que será totalmente plena. En libertad, en crecimiento. Porque te asegura el futuro saber que hay alguien que da su vida por ti, que sufre por ti, que te alimenta de manera tal que ya no tienes que preocuparte de esa situación. El Pan de vida es la invitación a que tu pensamiento, tu actuar, tu hablar tenga los mismos componentes que Jesús tiene. Eso significa alimentarse de su cuerpo y de su sangre.

Tomar el pan de vida es saber que su sangre recorre mis venas y su cuerpo me fortalece para que pueda alimentar a otros; para que pueda entregar mis ideales como una propuesta que cambia las violencias, las soberbias, los egoísmos humanos de toda índole. Porque el que se ha alimentado de Jesús, como el Padre Hurtado nos ha dicho, es como quien ha sido mirado por él. Ya no será igual la vida. Con Cristo, todo resulta una invitación a servir, a querer sanar los dolores actuales que hablan de intolerancia, de violencia, de individualismo; todas ellas realidades que no están en el corazón de Jesús que todo lo escucha y lo transforma con su palabra y testimonio.

El pan de vida que pedimos para todos es éste: que en Jesús vivamos, que en Jesús existamos, que en Jesús nos movamos.

Vigésimo domingo del año San Alberto Hurtado Cruchaga, 18 de agosto.

09 Ago2024

“No murmuren entre ustedes”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: <<Yo soy el pan bajado del cielo>>. Y decían: <<¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo he bajado del cielo”?>>. Jesús tomó la palabra y les dijo: <<No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y Yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: “Todos serán instruidos por Dios”. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo>> (Juan 6, 41-51).

Quiero ofrecerles en este domingo un texto muy iluminador para la vida de cada uno de nosotros que ha escrito el Padre Pagola, como en otras ocasiones ya lo hemos recibido:

“Según el relato de Juan, Jesús repite cada vez de manera más abierta que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna. La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar. Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios? A nadie nos puede sorprender su reacción. ¿Es razonable creer en Jesucristo? ¿Cómo podemos creer que, en ese hombre concreto, nacido poco antes de morir Herodes el Grande, y conocido por su actividad profética en la Galilea de los años treinta, se ha encarnado el Misterio insondable de Dios?

Jesús no responde a sus objeciones. Va directamente a la raíz de su incredulidad: "No sigáis murmurando". Es un error resistirse a la novedad radical de su persona obstinándose en pensar que ya saben todo acerca de su verdadera identidad. Les indicará el camino que pueden seguir.

Jesús presupone que nadie puede creer en él si no se siente atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo entendemos hoy mejor. No nos resulta fácil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos hace bien y nos ayuda a vivir.

Pero Jesús les advierte de algo muy importante: "Nadie puede aceptarme si el Padre, que me ha enviado, no se lo concede". La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.

Por eso hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y dejarnos conducir por él hacia Jesús. Dejarnos enseñar dócilmente por ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: "Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí".

La afirmación de Jesús resulta revolucionaria para aquellos judíos. La tradición bíblica decía que el ser humano escucha en su corazón la llamada de Dios a cumplir fielmente la Ley. El profeta Jeremías había proclamado así la promesa de Dios: "Yo pondré mi Ley dentro de vosotros y la escribiré en vuestro corazón" (Hasta aquí el padre Pagola).

Qué importante es aprender a confiar en las personas, la fe es algo que brota como un regalo, no sabemos por qué hay gente que nos cae mal y otras que nos caen simpáticas y podemos ver todas las cualidades positivas en ellas. La comunidad de Jesús no confía en él porque lo conoce y porque tiene la visión cerrada a una doctrina; hoy en cambio, se tiende a confiar en aquellos que conocemos, ayudados por los medios de comunicación, y vemos a su familia que tiene buen currículum. Le entregamos todos nuestros anhelos para que nos ayude en la vida.

Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia de confianza en él. Su testimonio ha dado razón de lo bueno que trae a la vida humana: sana, alimenta, habla con autoridad y de ese modo se hace “pan de vida” para quienes lo reciben en su corazón.

Décimo noveno domingo del año, 11 de agosto 2024.

02 Ago2024

"Señor, danos siempre de ese pan"

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: <<Maestro, ¿cuándo llegaste?>>. Jesús les respondió: <<Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello>>. Ellos le preguntaron: <<¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?>>. Jesús les respondió: <<La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que él ha enviado>>. Y volvieron a preguntarle: <<¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obras realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto como dice la Escritura: “Les dio a comer el pan bajado del cielo”>>. Jesús respondió: <<Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo>>. Ellos le dijeron: <<Señor, danos siempre de ese pan>>. Jesús les respondió: <<Yo soy el pan de Vida. El que viene a mi jamás tendrán hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed>> (Juan 6, 24-35).

Después de la multiplicación de los panes, Jesús se va junto a sus discípulos al otro lado del lago y, la gente, cuando se da cuenta, lo sigue, tomando todos los medios posibles para alcanzarlo. Personalmente, creo que hoy sucede lo mismo. Mucha gente sigue a Jesús, lo hace por distintas vías o caminos, que permiten conocer solo un aspecto de lo que él quiere entregar a la humanidad. El pan que perece. Se han dejado encandilar por un milagro que no es toda la riqueza que Dios quiere compartir. Una comida que se acaba y quedamos en las mismas condiciones que al principio: con hambre.

De manera desesperada buscamos salir de las crisis en las cuales nuestra iglesia, nuestras instituciones políticas, judiciales, policiales, etc., están sumergidas, y aparecen muchas soluciones para imponer a los demás. Muchas de ellas son llenas de ideologías y de deseos buenos pero que no llegan a ser un alimento fortificante, que le dé sentido a la vida de todos.

Muchos expertos en vida espiritual dicen que en los momentos de crisis hay que esperar. No decidir nada. Esperar que el Señor hable en el momento más oportuno y que no será en un trueno o en un gran terremoto. Seguramente será en la brisa suave de la tarde. Pero para eso es necesario que nos saquemos los ruidos externos e internos, para poder escuchar bien. Si no es así corremos el riesgo de imponer una voz que Dios no ha pronunciado, de hacer comer un pan que Dios no nos ha dado, sino que ha sido amasado con manos de personas que no han visto bien, que están ciegas por el influjo del tiempo que se vive.

Nuestro tiempo padece una crisis de sentido y es ahí donde apunta Jesús cuando invita a buscar el pan del cielo. Cuantas veces nos hemos quedado pegados a la pura inmediatez, a sanar las cosas más puntuales, hoy se dice “marchar al ritmo que te tocan”, cuando lo importante es saber proponer, darle razones que parten del evangelio para superar las grandes dificultades del hombre de hoy. Para eso se requiere diálogo, valoración de las culturas, reconocimiento de las personas, actitud de humildad para pedir perdón y actitud de grandeza para aceptar esa petición de perdón y no pensar en la venganza.

En nuestros tiempos se requiere saber mirar a Dios de una manera nueva, no ya el que realiza milagros para que todo cambie, sino el que te invita a caminar junto a él y te mueve a compartir como ya lo vimos en la multiplicación de los panes y los peces, colaborando para que todas las situaciones de dolor se superen gracias a la amistad que brota entre el hombre y su Dios.

Quiero aprovechar de saludar a todos los párrocos en este domingo que celebramos a San Juan María Vianney, su patrono; que aprendiendo de su testimonio siempre den el Pan de Vida a la comunidad que busca y que anhela escuchar la Palabra como alimento. Que puedan conocer y acompañar a cada hombre y mujer para guiarlo a la mesa de los hijos en el Reino de Dios.

Décimo octavo domingo del año, 4 de agosto de 2024.

26 Jul2024

“Aquí un niño trae panes y peces”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús, vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: <<¿Dónde compraremos pan para darles de comer?>>. Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: <<Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan>>. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: <<Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?>>. Jesús le respondió: <<Háganlos sentar>>. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: <<Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada>>. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: <<Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo>>. Jesús sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña (Juan 6, 1-15).

Jesús es el misionero que hace presente el Reino del Padre. Lo visualiza por medio de los signos que realiza al sanar a los enfermos y cuando les habla largamente devolviéndoles la esperanza en Dios, les ayuda a ponerse de pie y seguir luchando por hacer un mundo mejor.

Se manifiesta como el gran profeta que alimenta a una inmensa multitud haciendo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Su palabra despierta la solidaridad de un joven que no se queda con una colación personal, sino que la deposita para que pueda partir esa gran cadena solidaria. Jesús hace el milagro, es algo real, pero requiere la colaboración de los hombres. Se multiplica el pan, pero se multiplica el compromiso de los hombres por la vida de todos y se abren los bolsos y los corazones para que el alimento alcance para una gran muchedumbre, de tal manera que luego sobran doce canastas.

Qué necesario se hace esa presencia de Jesús en medio de nosotros hoy. No solo de pensamiento, de ideas o adhesiones intelectuales; sino que de manera vivencial para que por encima de los movimientos económicos surja una actitud compasiva que despierte el compartir especialmente con los más desposeídos de la tierra. Podemos mirar de manera inmediata el continente africano y su pobreza provocada por la colonización de las potencias, lo mismo se puede decir de América Latina y el dominio de las economías gigantes.

Para lograr esa realidad no hay que nombrar rey a Jesús, sino que debemos dejar que él reine en el corazón de cada hombre y mujer que vive en el mundo; de cada hombre y mujer que gobierna los países del mundo, para que se despierte el deseo de cuidar la vida y eso implica las aguas, el aire, la tierra. Implica una actitud de compartir con los que menos tienen en el mundo para que de manera integral se alcance el desarrollo.

Jesús espera siempre más de la comunidad que le sigue, pero necesita una disposición, una opción de vida nueva que sepa ponerse en el lugar del otro, especialmente del que más sufre. Porque eso es lo que trae consigo una comprensión nueva de lo que se debe hacer.

La tarea misionera que hemos ido reflexionando en los domingos pasados implica una conexión con la vida diaria. La Fe en Jesús es mirar la realidad que grita, para transformarla.

Décimo séptimo domingo del año, 28 de julio 2024

20 Jul2024

“…Y estuvo enseñándoles largo rato”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: <<Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco>>. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato (Marcos 6, 30-34).

Los apóstoles han puesto toda su vida en la tarea misionera. Su esfuerzo de cada día ha sido crecer en la comprensión del Evangelio de Jesús. Han dedicado tiempo a la oración y al estudio para escuchar de la boca del mismo Dios lo que han de decir y lo que han de hacer. Jesús se los había dicho en las instrucciones que llevaban, pero siempre hay situaciones en las que se debe improvisar, una improvisación que no debe ser una invención del momento, sino que sabe ajustar la Palabra revelada para que ilumine la realidad que les ha tocado pasar. Se han ido convirtiendo poco a poco en el mismo a quien anuncian, porque sus criterios, sus acciones, sus palabras, su sentir, es el que habría tenido el Señor.

Al volver de su tarea misionera, el Maestro, quiere compartir con ellos su aprendizaje, sus preocupaciones, sus dolores, sus alegrías, lo que han descubierto, los aportes que podrían hacer, etc.; además de descansar y reponerse de todo lo que han vivido durante ese tiempo que es tan exigente.

En el hoy de la tarea misionera, que necesario se hace el descanso junto al maestro para que podamos descubrir cuáles son las palabras que se deben pronunciar, más aún cuando estamos en una época en la cual se ha perdido la confianza en ellas y cuando todos dicen lo mismo: políticos, autoridades, jueces, sacerdotes. Que necesario se hace aprender a escuchar sacándose todos los prejuicios, comprendiendo los lenguajes que poseen las diversas generaciones de personas que nos toca compartir este mundo, más aún este pedazo de mundo que es nuestro país y dentro de él esta región del Maule. No es fácil escuchar, porque brotan de inmediato las respuestas, y todas o muchas de ellas aprendidas en manuales; el hoy exige una escucha en la que cada uno pueda descubrir los caminos a construir, porque los más antiguos tenemos la “deformación” de querer siempre aconsejar, dictar normas y los más nuevos quieren descubrir, ser acompañados, pero no que les digan lo que hay que hacer porque aparece como una imposición y luego una dominación.

En Jesús, los apóstoles, pueden descansar. Pero fuera de todo pronóstico, la gente los sigue y el maestro que sabe salir de su esquema, siempre opta por los más pobres, los más desprotegidos y les enseña y se preocupa de ellos porque son como ovejas sin pastor. Los misioneros deben aprender esa lógica. La desinstalación, la apertura al Espíritu para actuar en todo momento con cercanía humana, con caridad, con lucidez, con amor verdadero. Es decir, el misionero da, ante todo, testimonio. Eso lo caracteriza y lo va haciendo necesario a los hombres y mujeres de este siglo.

En una época de demasiados cambios, de adelantos tecnológicos que solo existían en los sueños, de servicios que se realizan a distancia y se pagan a crédito o débito, podríamos quedar solos para siempre. Pero el evangelio de Jesucristo es de personas, es de relaciones sociales, es de encuentro verdadero y constructivo. Los misioneros deben aprender a mirar, a escuchar, a compartir, a hablar siempre para sanar, para que todos puedan valorar que es posible la vida del cielo en la tierra, que es posible vivir el Reino de Dios.

Décimo sexto domingo del año, 21 de julio 2024.

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