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31 May2024

Dios nos ha amado tanto

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

El primer día de la fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: <<¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?>>. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: <<Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?’. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario>>. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: <<Tomen, esto es mi Cuerpo>>. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: <<Ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios>> (Marcos 14, 12-16. 22-26).

Hace muchos años atrás, un teólogo llamado Leonardo Boff, nos regaló un librito que se llamaba “Los sacramentos de la vida y la vida de los sacramentos”, es una joyita para quienes deseen buscarlo por ahí. Recuerdo que mostraba diversos elementos que se convertían en sacramento de la vida de una persona como pueden ser el cuidado en un lugar de privilegio dentro de la casa o en un campo del ánfora que contiene las cenizas, y me acerca a mi padre o madre que han partido; el sacramento de la ceniza de cigarro en un cenicero que recuerda a alguien que esa fue la última bocanada de humo del ser querido junto al sillón favorito y no se ha cambiado desde entonces de lugar ni se ha limpiado el cenicero.

Para los amigos de Jesús la eucaristía resulta ser el sacramento por excelencia porque reúne todos los elementos que el amor humano requiere para saber que todo sigue vivo, vigente, activo, creciendo. Para los amigos de Jesús siempre que se reúnan alrededor de una mesa y compartan el pan y el vino sabrán que no están solos en el camino de la vida. Sabrán que el trabajo humano tiene sentido porque permite la realización de todos y cada uno en expresión de un mundo que crece y que se hace pleno con el aporte de toda vocación. El compartir el pan y el vino nos permite alcanzar la eternidad porque nos unimos a ella con lo que el signo “significa”, valga la redundancia, no es “como si” nos uniéramos al Señor, sino que realmente estamos con él en el hoy haciendo memoria del ayer y nos disparamos al futuro con la fuerza que esta comida nos da para hacer presente el Reino de Dios.

En su cuerpo, se nos regala el mismo Señor, por eso lo recibimos como aquello que no puede quedarse en un simple rito, sino que nos despierta la creatividad para que la Eucaristía se extienda a todo lo que hacemos, pensamos y vivimos de manera concreta, real.

Una vida eucarística sabe que todo lo hace porque “alguien lo amó”, como diría el Padre Hurtado, y su estudio tiene sentido porque desde ahí podrá construir las casas que los pobres necesitan y seguramente se podrá nivelar hacia arriba; con el trabajo responsable cualquier agricultor, minero, constructor ayudará a mejorar las condiciones de seguridad, bienestar, salud, economía de todos los que habitan un lugar; los políticos que vivan su vida eucarística seguramente harán encarnarse la justicia en leyes y medidas que sirvan a todos.

Una vida eucarística produce una verdadera alegría del corazón. Podemos cansarnos, a veces tener sufrimientos por lo que significa la entrega, pero el balance final siempre traerá consigo el gozo de hacerlo porque Cristo se entregó antes por nosotros. En su cuerpo y su sangre siempre nos recordará que Dios nos ha amado tanto que ha dado su vida para que tengamos vida.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 2 de junio 2024.

24 May2024

Una comunidad de vida y amor

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: <<Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo>> (Mateo 28, 16-20).

Los once discípulos son testigos de algo que han ido aprendiendo durante su vivencia con Jesús, pero en este momento de la Ascensión, que hemos celebrado hace dos domingos atrás, nos hace presente la realidad de la comunidad divina que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nos recuerda, el evangelista, que la divinidad no es un personaje todopoderoso y lejano de la realidad.

Los creyentes somos los que muchas veces nos olvidamos de que la vida de las personas corre por caminos que no hemos transitado. La alegría y las tristezas, las angustias y esperanzas de la comunidad, muchas veces se nos quedan en buenos deseos y bonitas palabras. Me refiero a algunas personas de la jerarquía y algunos laicos de la Iglesia, porque la mayoría de la comunidad tiene muy clarito cuáles son los lugares en los cuales entra la Santísima Trinidad. Está en todas las realidades, en todos los rincones, en todo sufrimiento y en toda alegría; está en aquellos que llamamos pecadores y está en aquellos virtuosos que honestamente hacen presente en su vida los valores de la comunidad divina. Lo digo siendo parte de esa pequeña parte de “llamados y separados” para hacer presente los dones de Dios en el mundo. Pero que, algunos, cegados por el cariño y la comprensión de la gente, se alejan de lo que debiera estar en su corazón en primer lugar: que Dios es Amor, así con mayúscula.

La Santísima Trinidad debiera despertar en todos los hombres y mujeres la responsabilidad de hacer presente el amor, de valorar a cada uno de los que forman parte de esta comunidad de vida. Que no se ciega ni abandona a los que han caído en desgracia, porque para una madre todos los hijos son buenos. Tendrán que asumir una culpa y un castigo, una penitencia, pero no podrían perder el amor de su madre. El amor de la Trinidad es total y a toda prueba.

La Trinidad Santa completa lo de cada uno, lo hace presente de manera total sin disminuir a nadie. Cuantas veces en nuestras comunidades hay miembros que no son valorados, o son dejados detrás del resto sin responsabilidades porque no tienen preparación o porque no han nacido aquí, o son recién llegados. Como suele ocurrir en muchas de nuestras capillas. El Padre siempre glorifica a su Hijo y el Hijo glorifica a su Padre y así hacen presente al Espíritu Santo que recibe de cada uno y comunica lo de cada uno. Para vivir en esta comunidad se requiere una apertura total a lo que es el otro, a dejarse conocer para que no se despierten egoísmos o envidias. Una comunidad en la cual se olvida este aspecto pronto traerá divisiones, e incluso su separación definitiva.

Pidamos a la Santísima Trinidad que tengamos siempre el deseo de vivir en armonía, en compromiso con la vida de nuestra comunidad que se llama Chile, para que alcancemos el verdadero progreso sobre todo cuando nos preparamos para primarias antes de las elecciones de cargos importantes en comunas y regiones. Pidamos que cada persona se considere y así experimente, que es parte importante y necesaria para que podamos lograr los sueños que tenemos de mayor justicia, verdad, solidaridad, y todos sientan el amor profundo y grande, hermoso de un Padre, un Hijo y Espíritu Santo que integra a todos.

La Santísima Trinidad, 26 de mayo 2024.

18 May2024

“Reciban el Espíritu Santo”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: <<¡La paz esté con ustedes!>>. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: <<¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes>>. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: <<Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan>> (Juan 20, 19-23).

Vivimos un nuevo Pentecostés. El evangelio nos muestra a Jesús soplando sobre los Apóstoles y les entrega un ministerio de perdón y de expresión del máximo amor que Dios nos puede tener. Sobre todo, en una época en la cual muchos prescinden de Dios y resulta hasta peligroso hablar de él en nuestro mundo, por eso algunos se asustan y muchos tienden a alejarse o a esconderse en el anonimato. El Padre Pagola nos entrega una reflexión que es más una oración para volver a encantarnos con la fuerza de Dios y comenzar a vivir con mayor gusto y ánimo:

“Poco a poco estamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de bienestar. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven, Espíritu Santo, y libéranos del vacío interior.

Hemos aprendido a vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos, pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. Pero no encontramos sosiego ni paz. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la oscuridad y la confusión interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien: hacemos lo que nos da la gana. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo lo llamamos "amor", y al placer "felicidad", pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo, a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos, exhalando sobre ellos su aliento: "Recibid el Espíritu Santo". Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros y reavivar nuestra existencia por caminos que solo él conoce”.

Que el Don de Pentecostés nos renueve y nos anime para desarrollar todos los dones que nos muevan a descubrir el gusto, el sentido de la vida y el papel que a cada uno le cabe en ella. ¡Que la Paz viene en esa tarea!

Domingo de Pentecostés, 19 de mayo 2024.

10 May2024

Ministerio laical: hombres y mujeres que anuncian la Buena Nueva

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: <<Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si bebe un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán>>. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban (Marcos 16, 15-20).

Hace ya algunos años que en nuestra Iglesia diocesana se inició un proceso de preparación del Ministerio de la Mujer y ya están próximas a ser enviadas. Ha sido un hermoso diálogo entre los hermanos de consejos zonales y en las reuniones más importantes de nuestra comunidad, como son el Consejos de Pastoral Diocesano. En cada uno de ellos se ha visto que el envío de Jesús a los Apóstoles, que leemos en este día no es exclusividad de los varones. Y no tiene como fundamento las distintas causas reivindicativas de la mujer, que siendo válidas, en este caso no es por la simple igualdad ideológica sino porque hay una expresión anterior de Dios que nos ha creado iguales en dignidad, una razón ontológica. Somos imagen de Dios, hombre y mujer. La imagen de la “costilla de Adán” solo expresa esa identidad, no una superioridad del varón. Por lo tanto, surge el desafío de vivir ese ministerio de hacer presente los dones del Señor en todo tiempo y en todo lugar.

Es una constatación evidente que todas nuestras comunidades cristianas son, en su mayoría, animadas por mujeres. Y era una práctica, “semioficial” que a los esposos de estas mujeres los nombraban ministros enviados. Hoy, nos damos cuenta de que pueden realizar esta y muchas otras actividades dentro de su compromiso laical de ser Iglesia. Seguramente tendremos que reflexionar aún más acerca de lo que significa un ministerio femenino regular. Seguramente los horarios, las tareas, tendrán que ser muy bien determinadas de acuerdo con cada situación para fortalecer algo que también lo poseen los varones ministros enviados, en los que se acentúa que su primer compromiso es con la familia propia.

Y en cuanto a los diversos ministerios laicales, que importante es saber que Jesús a todos nos envía para que seamos anunciadores de su palabra de amor por todos los rincones del mundo. Es una vocación que se expresa en todos los ambientes de la vida humana. El anuncio de Jesús debe ser servicio en lo político y vivido como un verdadero ministerio; se expresa en la educación y en la salud, en lo rural o lo urbano. Todo lo que hacemos como servicio en bien de los hombres, es un ministerio que habla de la grandeza de Dios presente en nuestro mundo. La mejor palabra que podemos pronunciar es la de hacer vida el servicio, la solidaridad, la justicia; es esa palabra la que despertará la fe y la adhesión a una iglesia que se ha alejado del corazón de muchos, incluso fieles católicos.

La invitación para todo hombre y mujer en este tiempo de la historia será entrar en esta dimensión que no parte de una exigencia legalista, sino de una experiencia de encuentro con el sentido profundo de la vida y que como respuesta me mueve a vivir mejor.

La Ascensión del Señor no es la lejanía, sino que significa su encarnación profunda en humanidad; quien, por ese soplo de vida del Espíritu Santo, podrá hacer notoria su presencia. Aquella que experimenta todo convertido que ha recibido la palabra, el consuelo, la compañía, de algún misionero que vive su ministerio laical en medio del mundo.

La Ascensión del Señor, domingo 12 de mayo 2024.

03 May2024

“Yo los llamo amigos”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que Yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino Yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá. Lo que Yo les mando es que se amen los unos a los otros (Juan 15, 9-17).

Cuando se aproxima a su Pasión y a la realidad de la cruz, Jesús, va en cada discurso haciendo revelaciones más precisas acerca de su persona y su relación con los hombres y mujeres de su comunidad. Cuando ha sido capaz de decir “Yo soy la luz”, cuando se ha manifestado la voz del mismo Dios en la escena del bautismo y en la transfiguración; poco a poco nos manifiesta su verdad más profunda que está además en un ámbito de las relaciones humanas de cada día. Nos habla acerca de la verdad profunda de Dios que es puro amor. Que ha sido amado, y su testimonio consiste en derramar ese amor en cada signo que realiza y en cada encuentro en el cual habla al corazón de las personas que más necesitan. Porque su opción ha sido de manera preferencial por los más pobres.

Ese amor que Dios tiene por todos y del cual es testigo su hijo, se enseña como modelo de la ley que debe imperar en cada corazón humano. Seguramente muchos se quedan pensando en los diez mandamientos como la ley oficial. Les recuerdo que Jesús dice que no viene a cambiar la ley sino a darle pleno cumplimiento. Por lo tanto, podemos decir que Jesús ha conocido el corazón mismo de Dios porque él es Dios. Su gran descubrimiento es la entrada en el verdadero misterio de amor que el Padre ha tenido por él y que tiene por todas las creaturas del mundo, quiere que estén junto a él en una relación que da frutos verdaderos de fraternidad, de solidaridad, de paz y de justicia. Es decir, de todo aquello que permite que la vida se sostenga y se haga eterna. No se queda en las cosas externas que son las que criticaban de Jesús: comilón, borracho, poco piadoso, etc. Pero que el mismo Jesús criticaba en ellos que solo se preocupan de limpiar los vasos, de cumplir ciertos ritos, etc.

Los frutos del amor hacen que la comprensión del mismo Dios sea la de alguien que acompaña a la humanidad y no es obstáculo para que ella crezca, se equivocó aquel que pensaba que era necesario matarlo para que podamos actuar. Hace algunos días hemos celebrado el día de San José en el cual recordamos a los trabajadores y trabajadoras que en fechas dolorosas nos han hecho reconocer que hemos sido nosotros los que han llevado el trabajo humano a frutos de tipo comercial y únicamente de crecimiento económico. En Dios, en cambio, está el deseo de ser cocreadores, de ser sus ayudantes que van mejorando la historia del mundo y de todo su entorno.

El cuidado de la casa común ya no es un compromiso de buena voluntad como se entendía antiguamente, sino que es una obligación moral. De ese comportamiento depende no solo la vida del planeta sino de la creación entera. De la forma en la cual nos relacionamos en relación al amor del Señor, se puede asegurar que, muchas realidades puedan desaparecer como son las guerras, la contaminación de las aguas y de la tierra de cultivo. También de las relaciones humanas fraternas surgen frutos de sabernos responsables de la vida del planeta y eso significa una nueva manera de comprender el trabajo que es aportar el don que se ha recibido para el bien de todos, y no un producto a vender como muchas veces se nos ha dado a entender.

Sexto domingo de Pascua, 5 de mayo 2024.

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