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29 Nov2024

“Estén prevenidos y oren incesantemente”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a sus discípulos: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre (Lucas 21, 25-28. 34-36).

Vivimos el inicio de un nuevo año litúrgico. Y este primer domingo de Adviento nos presenta un pasaje de san Lucas en el cual se destacan los signos que anteceden la venida del Hijo del hombre. Son imágenes con las cuales muchísima gente alimenta su creencia de que existe un final del mundo, como ya comentábamos en el domingo de Jesucristo, rey del universo. Pero sería un poco extraño que un rey viniera a reinar donde todo ha desaparecido, donde no hubiera paisaje ni personas con las cuales compartir. Entonces nos cabe preguntarnos: ¿qué tipo de reinado es el que viene? ¿a qué se refiere con la liberación? ¿por qué nos alerta acerca de quedar a salvo?

Son preguntas que han estado presente durante toda la historia de estos dos mil años de Jesucristo en el mundo. Para los primeros cristianos, más bien para los judíos, estas escenas de destrucción se cumplieron efectivamente con la destrucción de Jerusalén y el Templo, pero permaneció el cristianismo y sus predicadores que se repartieron por todos los rincones del mundo conocido.

Me parece muy esperanzador el que podamos mirar hacia esa figura del Señor que nos renueva y nos permite mirar con otros ojos la realidad y la vida misma, ya que la novedad de la conversión trae efectivamente la destrucción de todo lo que se opone a esa presencia de vida en el mundo: el que se convierte al amor destruye los odios, las mentiras; el que mira a Jesús sabe reconocer en el otro su presencia por lo tanto destruye la discriminación, la falta de caridad, la envidia, la soberbia humana; el que mira el mundo con los ojos de Jesús destruye con esa mirada comprometida la desertificación de los campos, la contaminación de los ríos, la impureza del aire que necesitamos para respirar.

La venida del Hijo del hombre solamente debe asustar a aquellos que tienen su corazón lleno de avaricia, de insensibilidad, de falta de solidaridad, porque quedará totalmente destruida esa realidad cuando en el corazón humano anide la vida nueva de Jesús.

El tiempo de Adviento es un momento de preparar el corazón para que venga a nacer de manera efectiva el Señor, no es algo que ocurre solamente en la liturgia, sino que acontece en la realidad donde los que confían en Jesús que viene lo hacen cercano en palabras y gestos liberadores.

Lo que con gran fuerza se nos viene a decir será que en el corazón de Dios no existe un punto final, una destrucción de todo de tal modo que desaparezca la vida de la tierra y el universo entero, sino que nos trae la alegría de saber que él estará siempre junto a nosotros, que su mensaje no pasará y que perdurará gracias a quienes, confiados, lo dejan entrar en su corazón humilde y sencillo, que contagiará a todos como discípulos misioneros.

Primer domingo de Adviento, 1 de diciembre 2024.

22 Nov2024

“Tú lo dices: Yo soy Rey”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: <<¿Eres Tú el rey de los judíos?>>. Jesús le respondió: <<¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?>>. Pilato replicó: <<¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?>>. Jesús respondió: <<Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí>>. Pilato le dijo: <<¿Entonces Tú eres rey?>>. Jesús respondió: <<Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz>> (Juan 18, 33-37).

Hoy es el último domingo del año litúrgico y celebramos esta fiesta que lleva el título de “Jesucristo, Rey del Universo”.

Seguramente hemos tenido en nuestra historia personal de fe y religiosa la imagen de un rey triunfante y con poder ilimitado, con riquezas inmensas y que se dispone a juzgar desde un lugar lejano a todos los hombres y mujeres del universo. Pero la imagen que hoy vemos en el evangelio de San Juan no calza con la creación imaginativa de las personas. Aparece un hombre en un momento decisivo de derrota humana a sus planes de instaurar un reino, por muy celestial que fuera.

Nuestro Rey aparece siendo juzgado por un hombre poderoso, que no es rey; es un simple representante de un soberano que tiene un gran imperio bajo sus pies. Es entonces una verdad el hecho de que está siendo juzgado por algún delito cometido o, por una falta contra las leyes vigentes.

Asombra en el texto ver que Jesús apresado domina la escena conduciendo el diálogo e interpelando a Pilato en torno a la verdad, que es algo más allá de lo que pueden contemplar sus ojos.

Me parece que es muy profunda la pregunta y es donde todos debemos llegar a la respuesta que permita un compromiso vital con esa verdad que se anuncia. Jesús dice que la verdad se asocia a su voz, a su persona; a su manera de vivir desde el principio hasta el fin, en una relación con la humanidad que le lleva a ser la voz de los que no tienen voz y su sanación es un levantamiento del hombre para que pueda incorporarse a la vida entera de la sociedad. Para construirla con su aporte y no solo escuchando a aquellos que gritan más fuerte pero su palabra no es verdad.

Jesús dirige el diálogo para hacer notar que su juicio es más bien una entrega. Un Don que realiza la liberación total.

En un poco de pan y en un poco de vino nos recuerda cada día su reinado de amor, su invitación a participar en la concreción de la verdad que se manifiesta cada día.

Hoy, estamos celebrando en Chile un nuevo proceso de elecciones de Gobernadores Regionales; la Iglesia Católica no tiene un candidato. Cada persona debe marcar en conciencia según su proyecto que brota de la fuerza del evangelio de nuestro Rey, que habla de acogida de las personas, provoca encuentro, propicia la solidaridad, la búsqueda del bien común. De esa manera se hace evidente el Reinado de Jesús.

La vida eucarística es un paso importante en la vida de todo hombre y mujer porque no se asocia a una simple participación en la misa de cada día, sino que tiene que ver con el aporte de los criterios de Cristo en las decisiones personales, comunitarias y políticas de un país. Que Cristo Rey del Universo sea en todas las realidades la vida y la palabra que surgen de decisiones transformadoras por el ejemplo de quien es nuestro maestro y Señor, que tiene siempre ante sí la voluntad del padre y no la propia, el hacer bien a los demás antes que a sí mismo.

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, domingo 24 de noviembre 2024.

15 Nov2024

“Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José- La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a sus discípulos: En aquellos días, el sol se obscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre (Marcos 13, 24-32).

Estamos en el penúltimo domingo del año, y el texto bíblico nos habla en un lenguaje que a veces nos da miedo: es el género Apocalíptico, que como hemos conocido en san Juan, significa revelación, que no es lo mismo que adivinación; la revelación nos explica lo que sucederá a partir de constataciones científicas que son comprobadas por los diversos sistemas que conocemos en la actualidad. Pero no podemos adivinar el día o la hora, la fecha en que suceden las cosas.

Nadie puede adivinar la hora en la cual germina una semilla para dar paso a un tallo y luego a la planta y finalmente a los frutos que serán cosechados para alimentar a una familia que confía en esa recogida de dones.

Cuando se refiere al Reino de Dios, no se tiene fecha indicada. Podemos recordar que muchas personas esperaban con temor el cambio de siglo del veinte al veintiuno. Otros, los vaticinios de los mayas para el año dos mil doce, etc. Ha habido en toda la historia personas que intentan hacer creer en un inminente fin del mundo. Algo que no está en el anuncio de Jesús porque su confianza está puesta en el Señor y en su sabio designio.

Los científicos saben muy bien que todo ha tenido un comienzo, que lo describen claramente, ha habido fin de eras: etapas en las cuales la superficie del mundo cambió y generaciones de seres vivos desaparecieron y comenzaron a existir otras nuevas. Del mismo modo se puede verificar que los astros, entre ellos nuestro planeta, también desaparecerá; pero el hombre y la mujer creyente saben mirar más allá de esa contingencia. Nuestros hermanos que han muerto terminaron su estadía con nosotros, y ahora comparten una realidad nueva de purificación, dice el catecismo de la Iglesia o de cielo, según nuestra elección personal. Pero partiremos, todos lo haremos algún día.

Estas cosas, sabidas por todos nos disponen a una actitud esperanzada, de trabajo permanente y sin cesar porque sabemos que muchas comunidades de personas no tienen su corazón puesto en Dios. De ahí brota, entonces, la tarea misionera ordenada por el Señor y tiene que ver con el anuncio gozoso de la venida de Jesús y su Reino. Con todo lo que implica nuestra renovación del corazón para que se establezca una sociedad solidaria, cuidadosa del ambiente en el cual vive para que la casa común perdure, donde todos se sientan incluidos y nadie padezca sufrimientos.

Como la misma ciencia dice, no se sabe en cuantos miles o millones de años sucederá la debacle universal. Pero a nosotros nos cabe ser la palabra de esperanza, la del hombre nuevo que redescubre la novedad del evangelio que trae a todos el pensamiento de Dios que no impone ni se compone de puros mandamientos, sino que viene como el Mesías que muestra una bondad profunda, que comprende a todos y los asocia a su misión que renueva el universo y lo salva de la destrucción inminente.

Que nuestra vida sea reflejo de esa actitud de escucha, de propuesta, de compromiso en el trabajo diario, en la superación de toda realidad de abuso.

No podemos dejar de acogernos a las manos amorosas de María, nuestra madre a quien le dedicamos este mes de oración, para que en su intercesión de madre nos permita comprender mejor lo que significa vivir las enseñanzas de Jesús, su Hijo.

Trigésimo tercer domingo del año, 17 de noviembre.

08 Nov2024

Dar lo que sobra o darlo todo como Jesús

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús enseñaba a la multitud: <<Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad>>. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: <<Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir>> (Marcos 12, 38-44).

Un nuevo domingo nos encuentra con Jesús que enseña a la multitud, su actitud contemplativa le permite darse cuenta de la realidad de los habitantes de ese pueblo en el que está y que en cierto modo se puede atribuir a todas las comunidades humanas del mundo. El Padre Pagola nos instruirá hoy en torno a esta situación, luego de leer el evangelio nos dice: “La escena es conmovedora. Una pobre viuda se acerca calladamente a una de las trece alcancías colocadas en el recinto del templo, no lejos del patio de las mujeres. Muchos ricos están depositando cantidades importantes. Casi avergonzada, ella echa sus dos moneditas de cobre, las más pequeñas que circulan en Jerusalén.

Su gesto no ha sido observado por nadie. Pero, en frente de las alcancías, está Jesús viéndolo todo. Conmovido, llama a sus discípulos. Quiere enseñarles algo que sólo se puede aprender de la gente pobre y sencilla. De nadie más.

La viuda ha dado una cantidad insignificante y miserable, como es ella misma. Su sacrificio no se notará en ninguna parte; no transformará la historia. La economía del templo se sostiene con la contribución de los ricos y poderosos. El gesto de esta mujer no servirá prácticamente para nada.

Jesús lo ve de otra manera: «Esta pobre viuda ha echado más que nadie». Su generosidad es más grande y auténtica. «Los demás han echado lo que les sobra», pero esta mujer que pasa necesidad, «ha echado todo lo que tiene para vivir».

Si es así, esta viuda vive, probablemente, mendigando a la entrada del templo. No tiene marido. No posee nada. Sólo un corazón grande y una confianza total en Dios. Si sabe dar todo lo que tiene, es porque «pasa necesidad» y puede comprender las necesidades de otros pobres a los que se ayuda desde el templo.

En las sociedades del bienestar se nos está olvidando lo que es la «compasión». No sabemos lo que es «padecer con» el que sufre. Cada uno se preocupa de sus cosas. Los demás quedan fuera de nuestro horizonte. Cuando uno se ha instalado en su cómodo mundo de bienestar, es difícil «sentir» el sufrimiento de los otros. Cada vez se entienden menos los problemas de los demás.

Sin embargo, como necesitamos alimentar dentro de nosotros la ilusión de que todavía somos humanos y tenemos corazón, damos «lo que nos sobra». No es por solidaridad. Sencillamente ya no lo necesitamos para seguir disfrutando de nuestro bienestar. Sólo los pobres son capaces de hacer lo que la mayoría estamos olvidando: dar algo más que las sobras”. Hasta aquí el Padre Pagola.

Me parece muy iluminador y a la vez un texto que viene a corregir nuestra costumbre de dar lo que nos sobra en todos los aspectos: generalmente la ropa que ya no sirve, ¿me imagino que le servirá a otros?; ¿nuestro compromiso eclesial es un tiempo que dedico para ‘ayudar al curita’ se suele decir y no es para vivir mi vida cristiana?; damos nuestra vida profesional a veces con poca convicción y nos transformamos en “profesionales de algo”, pero no entregamos toda la vida haciéndola monótona y le damos mala atención a quienes deben pasar por nosotros en trámites de oficina, de salud, de justicia, etc.. Pidamos a Jesús que nos dé siempre el don de darlo todo como él lo ha hecho.

Trigésimo segundo domingo del año, 10 de noviembre 2024.

02 Nov2024

Escuchar y obedecer

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José – La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: <<¿Cuál es el primero de los mandamientos?>>. Jesús respondió: <<El primero es: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más grande que éstos”. El escriba le dijo: <<Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios>>. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: <<Tú no estás lejos del Reino de Dios>>. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas (Marcos 12, 28-34).

Continuamos recibiendo los textos del evangelio de San Marcos. Hoy nos presenta a un escriba que pregunta lo que se debe obedecer. Me parece importante que todas las personas tengan esta pregunta siempre presente y que sepan responderla desde la atención al evangelio de Jesús.

Para los judíos, la ley tiene que ver con la escucha atenta de lo que Dios le pide a los que ama. Obedecer viene de escuchar: ob audire, dicen los latinos. El Profeta Isaías nos invita a tener siempre una “actitud de escucha”, para saber cómo responder en todas las situaciones. Y la ley que Jesús nos propone está en ese ámbito, en el escuchar. Porque sabemos que un Padre siempre sueña lo mejor para sus hijos y le propone caminos diversos para que se pueda realizar en la vida, porque lo ama. Pero a medida que crece, ese hijo va decidiendo de acuerdo a su propio discernimiento y a la escucha atenta que ha tenido de la voluntad de su padre. En ese plano está la escucha de Jesús: mi voluntad es hacer la voluntad de mi Padre.

Así entonces, el pueblo de Israel conoce cual es la voluntad de su Dios, no debería tener dudas acerca de lo que significa vivir en su ley. También nosotros tenemos esa revelación, sabemos que cuando se ama a alguien, nuestra relación con ese amor será de cuidado, de servirlo, de darle todo lo mejor, de mostrarle el amplio espectro de posibilidades de crecer para que sea feliz.

Nuestra vivencia de la ley, en cambio, ha estado totalmente inclinada a tratar a las personas de manera infantil. Hemos enfatizado mandatos y reglas que nos han mecanizado y nos llevan a pesar a todos con la misma medida. Sabiendo que cuando se trata de personas, no hay nadie igual a otra, aunque su descripción de situaciones sea totalmente igual a la de otras. Porque la enseñanza recibida, el lugar en el cual se ha vivido, la edad que se tenga, los valores aprendidos hacen que sea una experiencia totalmente distinta.

Pero, ¿por qué somos así ahora? Porque hemos conocido a un Dios que es amor. Que nos miró y se compadeció de nosotros, nos condujo con brazo firme y mano extendida a través de la historia, nos sacó de la esclavitud de Egipto y como a un hijo nos llevó por el desierto a una tierra que mana leche y miel. Es el único que pensó y actuó por nosotros, dice el pueblo de Israel. Por lo tanto, a quien más podemos acudir, es nuestro Dios. Lo escuchamos -obedecemos- porque su palabra es palabra de vida eterna.

Quien recorre la historia de Israel y mira toda la historia de salvación hasta la parusía (momento final de la historia, venida del Hijo de Dios), descubrirá que todo está muy claro. No necesita preguntar, solo necesita preguntarse a sí mismo: ¿esto le hace bien a mi hermano?, ¿me ayuda a crecer a mí? Le dispone ante la ley en una actitud adulta. En una vocación de discípulo misionero.

Trigésimo primer domingo del año, 3 de noviembre 2024.

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