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04 Jul2025

“El Reino de Dios está cerca de ustedes”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: <<¡Que descienda la paz sobre esta casa!>> Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: <<El Reino de Dios está cerca de ustedes>>". (Lucas 10, 1-9)

La semana anterior, que no lo leímos porque celebramos a San Pedro y San Pablo nos mostraba en el texto a Jesús que se disponía a caminar hacia Jerusalén y esa razón provoca el rechazo de los pueblos no judíos que limitaban con sus ciudades. Siempre hay personas que son poco tolerantes a las diferencias y esperan que todos crean y vivan según su modo de proceder, quitando con esto libertad y vida propia a tantos hombres y mujeres dentro de las familias o grupos humanos diversos.

Para Jesús el Evangelio es una opción fundamental porque es la vida en Dios mismo. Y la quiere proponer a todos los habitantes del mundo, no importa la raza o pensamiento que posea. Esto porque lo central de su quehacer es la incorporación de gestos y signos de humanidad donde no los hay. Vienen a ser una riqueza para cualquier cultura en la cual predomina el respeto por las personas y el cuidado de la vida en todas sus manifestaciones dentro de la naturaleza. Contrario a las culturas donde se potencia el poder sobre los demás, se exacerba el hedonismo y el tener sobre el ser.

Para esto escoge a muchos más que lo acompañen porque no es patrimonio de unos pocos, sino de todo aquel que ha recibido la palabra transformadora del Señor y que en respuesta se convierte en un misionero de la Palabra y de la Vida. Sabemos que la tarea es inmensa y hoy más que nunca se hacen pocos los evangelizadores verdaderamente comprometidos con la causa del bien en el mundo.

Podríamos decir que es un evangelio vocacional, porque invita a la adhesión personal y a comprometerse con la tarea que es inmensa y la constatación de los pocos operarios. Seguramente hoy no se propone mucho la vocación sacerdotal y religiosa dentro de las familias, pero para quienes la viven de manera libre, y la disfrutan día a día con el compromiso que los lleva a dar todo por los más pobres y marginados de la sociedad es la mayor alegría que han podido encontrar. Qué servicio harían tantos padres si pudieran abrir los ojos de sus hijos a esta vocación tan hermosa, que en medio de todas las profesiones que eligen en torno al derecho, a la salud, a la construcción, a las artes, a la ciencia, etc.; pudieran abrirles el corazón a este desafío que significa ponerse al seguimiento de un maestro que modelará su vida para hacer presente el máximo amor que se puede tener.

Cuando existe esta disposición no hay dificultades que hagan dudar, sino que hay desafíos que te invitan a continuar con mayor fuerza y convicción. La vida para un evangelizador es una permanente respuesta de amor, que lo da todo por quien ha amado primero y te lleva a anunciar que el reino de Dios está cerca.

Décimo cuarto domingo del año, 6 de julio 2025.

27 Jun2025

Santos Pedro y Pablo

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro, respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 16, 13-19).

El Padre Pagola nos ofrece esta reflexión que calza muy bien con la relación que la mayoría de los hombres y mujeres del mundo conocen acerca de la Iglesia y por otro lado el llamado a conocerla más profundamente: “La Iglesia que conocemos hoy entre nosotros se nos ofrece como una organización sociológica que abarca a todos los ciudadanos que son registrados como bautizados a los pocos días de su nacimiento.

No es fácil ver en ella a la comunidad de los que han descubierto el evangelio, han creído con gozo en Jesucristo salvador e intentan vivir desde las exigencias y la esperanza del mensaje de Jesús.

La Iglesia ha venido a ser en nuestra sociedad una institución de la que no se puede decir que sea el conjunto de hombres y mujeres que se esfuerzan por vivir de acuerdo con el evangelio.

La pertenencia a la Iglesia no se debe a que una persona haya descubierto a Jesucristo y se convierta a la fe, sino, sencillamente, a que ha nacido en una familia de bautizados. En consecuencia, los miembros de la Iglesia no son los convertidos al evangelio, sino los nacidos en determinados países «cristianos» o en determinados grupos sociológicos. De esta manera, la Iglesia deja de ser la comunidad de convertidos a Jesús y se configura como la masa de bautizados que piden con mayor o menor frecuencia unos servicios religiosos.

Necesitamos caminar desde una Iglesia entendida como un mero hecho sociológico, hacia una Iglesia entendida como la comunidad de los que viven esforzándose por seguir a Jesucristo.

Necesitamos comunidades cristianas en las que las exigencias del evangelio sean bien conocidas y claramente propuestas. Comunidades de hombres y mujeres que saben muy bien a qué se comprometen cuando deciden libremente entrar a formar parte de la comunidad cristiana.

Comunidades en las que todos se sientan responsables y protagonistas de la misión evangelizadora de la Iglesia. Comunidades no separadas ni disociadas las unas de las otras, sino estrechamente relacionadas y unidas para hacer presente también hoy la fuerza del evangelio en nuestra sociedad. ¿No son éstas algunas de nuestras necesidades más urgentes en estos momentos?”.

De ahí entonces que nuestra Iglesia diocesana así lo haya entendido. Y en los diversos sínodos, muchos laicos, en comunión con los pastores se han reunido para reflexionar juntos sobre el modelo de Iglesia que debemos buscar y los pasos concretos que debemos dar: ellos nos dicen que debemos convertirnos cada vez más a Jesucristo, que debemos renovar las estructuras para ser más acogedores, cercanos, comunidad segura y en tercer lugar una Iglesia que se hace misionera, que sale al encuentro del mundo, de las personas.

Es sólo un signo modesto de una Iglesia que busca renovarse y convertirse en la comunidad que Jesús quiso construir sobre Pedro, portador fiel de su evangelio.

Domingo 29 de junio 2025.

20 Jun2025

Cinco panes y dos peces, amor compartido

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco de San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: <<Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto>>. Él les respondió: <<Denles de comer ustedes mismos>>. Pero ellos dijeron: <<No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente>>. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces, Jesús, les dijo a sus discípulos: <<Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas>>. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas (Lucas 9, 11-17)

Celebramos en este domingo la fiesta conocida como Corpus Christi. Que ha tenido mucha expresión en diversos lugares del mundo y también de nuestra diócesis con procesiones en homenaje al Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Esta es una de esas ocasiones en las cuales se manifiesta profundamente el corazón de Jesús que ama a los que se le han confiado, y que no son solo los que lo siguen. Que a veces podríamos creer, como los que hacen las encuestas, que son cristianos los que dan una respuesta afirmativa a la pregunta de la encuesta, o bien como me sucedió una vez que ante la ayuda solicitada por una persona en la cárcel, el fiscal me dijo que ese interno no era “mi feligrés” porque además era de otra religión. Le contesté que todo habitante de un territorio parroquial es mi feligrés, sea o no creyente. Así como para Jesús que recorre otros lugares porque también allí debe predicar el Reino de Dios. Todos son su preocupación.

Así, en este texto, el amor de Dios se manifiesta de manera explícita en la atención que tiene Jesús por los que lo han seguido, los que tienen hambre, los que han sido sanados.

Cuando se evidencia que la hora ha pasado y deben comer, surge la preocupación de los apóstoles, ellos deben sentir el hambre y el cansancio del tiempo transcurrido; pero contrariamente a Jesús, no han sentido lo que los demás sí: la utilización de su necesidad para fines políticos en tiempos actuales; he sabido de ayudas que llevaban solo un zapato o ropa sucia y en mal estado para entregarles a los pobres.

La preocupación de los apóstoles es aún algo superficial. Jesús los hace entrar en su carencia, les entrega el problema: denles ustedes de comer. Cuando eso ocurre, la calidad del servicio, la expresión del amor es mejor, es más sincero y es transformador.

Ponerme en situación provoca la apertura del corazón a compartir y salen cinco panes y dos pescados, que se transforman en alimento para miles. El evangelio logra transformar el pensamiento y el corazón de los apóstoles y también la vida de aquellos que siguen a Jesús. Porque aprenden lo que significa entregar su confianza, dar todo lo que tienes y recibir de vuelta el ciento por uno.

El cuerpo y sangre de Cristo es para los seguidores de Jesús la memoria actualizada de esa entrega que se realiza cada día por todos los hombres y mujeres del mundo que salen a trabajar para entregar a sus hijos e hijas, a su comunidad entera una calidad de vida mejor, pero que no sale en diarios y en televisión, algunas veces sí; pero que no se necesita. Para Jesús basta que un hombre y mujer se vea alimentada de ternura, de buen trato, de solidaridad. El Cuerpo de Cristo nos hace entrar en esa dimensión de verdadera donación, de amor profundo que se nota todos los días de la vida.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 22 de junio 2025.

06 Jun2025

“Reciban el Espíritu Santo”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí. Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan” (Juan 20, 19-23).

Vuelvo a compartir un hermoso texto que es reflexión del padre Pagola para este día de Pentecostés: “Los hebreos se hacían una idea muy bella y real del misterio de la vida. Así describe la creación del hombre un viejo relato del siglo IX antes de Cristo: El Señor Dios modeló al hombre del barro de la tierra. Luego, sopló en su nariz aliento de vida. Y así el hombre se convirtió en un viviente.

Es lo que dice la experiencia. El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. ¿Cómo caminar con pies de barro? ¿Cómo mirar la vida con ojos de barro? ¿Cómo amar con corazón de barro? Sin embargo, este barro ¡vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.

Al final de su evangelio, Juan ha descrito una escena grandiosa. Es el momento culminante de Jesús resucitado. Según su relato, el nacimiento de la Iglesia es una nueva creación. Al enviar a sus discípulos, Jesús sopla su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo.
Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar «algo» de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin el Espíritu del resucitado?

Sin el Espíritu creador de Jesús, podemos terminar sin que nadie en la Iglesia crea en algo diferente. Todo debe ser como ha sido. No está permitido soñar con grandes novedades. Lo más seguro es una religión estática y controlada, que cambie lo menos posible. Lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo mejor para los nuestros. Nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados. No hay que preguntarse por qué.

¿Cómo no gritar con fuerza: ¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora. No hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón”.

Domingo de Pentecostés, 8 de junio 2025.

03 Jun2025

“Discípulos mayores de edad”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

“Jesús dijo a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y Yo les inviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania, y elevando sus manos los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios” (Lucas 24, 46-53).

Estamos cerca de culminar este tiempo pascual, el recuerdo de la resurrección de Jesús y su triunfo sobre las fuerzas del mal y del pecado. Pero que no es solo recuerdo de manera pasiva, sino que es la “exaltación” y “glorificación” de manera real y con honor junto al Padre Dios.

Los discípulos seguramente han experimentado este acontecimiento como la superación del tiempo de duelo que normalmente tienen las personas ante la pérdida de un ser querido. No queremos quedar solos, pero es algo evidente: mi papá ya no está, mi hermano se ha ido, mi esposa partió; es un dolor gigantesco que marca una crisis profunda y que obliga a replantearse la continuidad, la vida misma.

Los discípulos, sin Jesús, se volvieron hacia sí mismos, volvieron a su oficio anterior de ser pescadores, dejaron su itinerancia de predicadores junto con su Maestro para anunciar un Reino Nuevo y se cobijaron en los recuerdos y en el calor de un lugar que solo los mantenía tranquilos, pero no seguros ni los hacía crecer en esta nueva etapa.

En el mismo Jesús encuentran el sentido a su existencia. Habiendo sanado las heridas del cuerpo y del espíritu, se disponen a caminar solos, ahora como adultos en la fe. Tenemos como herencia la Palabra y la compañía de nuestro Maestro. Su vida continúa con nosotros, por lo tanto, se abren a la tarea de hacer presente su Reino, de manera creativa y concreta. No son solo enseñanzas de tipo intelectual, sino que es una propuesta de ser y de vivir en el mundo.

El evangelio de Jesús es una propuesta de actitudes para enfrentar la vida personal y política, la manera de organizar la sociedad para que cada hombre y mujer sea actor principal. Que se dé la inclusión, el respeto, la valoración de todas las expresiones humanas para que nos sintamos verdaderamente en nuestro hogar.

En el nombre de Jesús, los Apóstoles se disponen a recorrer el mundo proponiendo su mensaje para enriquecer las culturas, para llevar paz y alegría al corazón de los hombres y mujeres del mundo.

Es un punto crucial en la vida de la comunidad que le permite usar su madurez y creatividad en la evangelización. Ya no estamos amarrados a lo que nos digan, sino que podemos discernir, mirar la realidad en que estamos y descubrir los nuevos llamados y las nuevas iniciativas pastorales para que la iglesia pueda responder a las grandes interrogantes del mundo en el siglo veintiuno. Es un irse para quedarse más dentro de todos.

El Padre Fredy Peña Tobar nos dice en su reflexión de este domingo que “la Ascensión implica una “despedida o fin del tiempo pascual”, pero también es una “promesa”: Jesús regresa al cielo e intercede por su Iglesia. En nuestro tiempo hablar del cielo puede parecer anacrónico o alienado. No obstante, anhelar el cielo es nuestra gran esperanza, puesto que la vocación cristiana se fragua en querer ser santos y estar con Dios para siempre”.

La Ascensión del Señor, 1 de junio 2025.

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