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21 Abr2025

No está entre los muertos

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

<<El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: <<Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto>>. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos>> (Juan 20, 1-9).

El Padre Pagola nos cuestiona en lo profundo de nuestra fe, nos hace purificar todo lo que nos habíamos hecho idea con respecto a la experiencia de Jesús y su resurrección, nos dice en este día: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Según Lucas, éste es el mensaje que escuchan las mujeres en el sepulcro de Jesús. Sin duda, el mensaje que hemos de escuchar también hoy sus seguidores. ¿Por qué buscamos a Jesús en el mundo de la muerte? ¿Por qué cometemos siempre el mismo error?

¿Por qué buscamos a Jesús en tradiciones muertas, en fórmulas anacrónicas o en citas gastadas? ¿Cómo nos encontraremos con él, si no alimentamos el contacto vivo con su persona, si no captamos bien su intención de fondo y nos identificamos con su proyecto de una vida más digna y justa para todos?

¿Cómo nos encontraremos con el que vive, ahogando entre nosotros la vida, apagando la creatividad, alimentando el pasado, autocensurando nuestra fuerza evangelizadora, suprimiendo la alegría entre los seguidores de Jesús?

¿Cómo vamos a acoger su saludo de Paz a vosotros, si vivimos descalificándonos unos a otros? ¿Cómo vamos a sentir la alegría del resucitado, si estamos introduciendo miedo en la Iglesia? Y, ¿cómo nos vamos a liberar de tantos miedos, si nuestro miedo principal es encontrarnos con el Jesús vivo y concreto que nos transmiten los evangelios?

¿Cómo contagiaremos fe en Jesús vivo, si no sentimos nunca arder nuestro corazón, como los discípulos de Emaús? ¿Cómo le seguiremos de cerca, si hemos olvidado la experiencia de reconocerlo vivo en medio de nosotros, cuando nos reunimos en su nombre?

¿Dónde lo vamos a encontrar hoy, en este mundo injusto e insensible al sufrimiento ajeno, si no lo queremos ver en los pequeños, los humillados y crucificados? ¿Dónde vamos a escuchar su llamada, si nos tapamos los oídos para no oír los gritos de los que sufren cerca o lejos de nosotros?

Cuando María Magdalena y sus compañeras contaron a los apóstoles el mensaje que habían escuchado en el sepulcro, ellos no las creyeron. Este es también hoy nuestro riesgo: no escuchar a quienes siguen a un Jesús vivo”.

Domingo de la Resurrección del Señor, 20 de abril 2025.

11 Abr2025

“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: <<Vayan al pueblo que está enfrente y al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: <<¿Por qué lo desatan?>>, respondan: <<El Señor lo necesita>>. Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: <<¿Por qué lo desatan?>>. Y ellos respondieron: <<El Señor lo necesita>>. Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: <<¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor!¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!>>. Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: <<Maestro, reprende a tus discípulos>>. Pero él respondió: <<Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras>> (Lucas 19, 28-40).

Cada año iniciamos la Semana Santa, los católicos y otras denominaciones cristianas, contemplando esta solemne entrada de Jesús en Jerusalén donde es reconocido por los habitantes y extienden sus mantos sobre el piso para que pase el Señor.

Seguramente para muchos es el eterno recuerdo de un acontecimiento histórico que no tiene nada que ver con la vida actual, y seguramente verá en ello un cierto masoquismo en quienes lo siguen o un cierto sadismo en quien lo propicia que es Dios.

No es ni lo uno ni lo otro, es únicamente el compromiso profundo de un hombre que ha creído en la palabra de su Padre y sabe que será glorificado como lo ha dicho en la transfiguración. Esta entrada triunfal a Jerusalén expresa la gesta humana de vencerse a sí mismo; de darnos el testimonio de que es posible vivir por grandes valores que se pueden aprender y que nos revelan otra vida que se da junto a la que “pareciera ser la verdadera”. Frente a la instintiva reacción humana de consentir ante los deseos de comer, de defenderse, de procrear, de sacarle al mundo sus riquezas y apropiárselas como si fueran de él, Jesús, aparece mostrándonos una vida mejor y que tiene que ver con el Espíritu; con lo que “no es evidente a los ojos”, pero que se percibe en cada hombre y mujer que habita en la tierra.

Cuántas instituciones, ONG’s, comunidades humanas nos invitan a tener relaciones fraternas, a mostrar esa realidad que supera lo corporal y nos hace entrar en el mundo interior de las personas y del planeta mismo.

Sabemos que cada hombre y mujer del mundo tiene sentimientos muy profundos y no los manifiesta a todos: su corazón se abre solamente a quienes tienen la capacidad de recibir con cariño y delicadeza lo que es el otro.

Podemos ver a alguien corporalmente grande, pero interiormente sabe que es débil y frágil y por otro lado podemos ver a una persona pequeñita y delgada que tiene una fortaleza humana y espiritual tan grande que son muchos los que se acercan a ella para encontrar consuelo, descanso, paz, orientación en su vida.

Jesús está en esta dimensión. Podrá verse derrotado en la cruz, pero es parte del camino que ha emprendido por opción y, que en la entrada a Jerusalén nos manifiesta parte de su gloria, que no es para este mundo, ni hace siquiera ostentación de esa calidad. Cuando manifiesta delante de Pilato su filiación es solamente para que los hombres crean en él y en su mensaje de vida. Algo que el pueblo sencillo ya había descubierto en su caminar con él y cuando lo reciben en su entrada triunfal a Jerusalén.

Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, 13 de abril 2025.

04 Abr2025

“Vete, no peques más en adelante”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: <<Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio, Moisés, en la Ley nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?>>. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: <<Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra>>. E inclinándose nuevamente siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: <<Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?>>. Ella le respondió: <<Nadie, Señor>>. <<Yo tampoco te condeno -le dijo Jesús-. Vete, no peques más en adelante>> (Juan 8, 1-11).

Seguimos contemplando la misericordia de Dios que se manifiesta frente a la miseria de quien no puede negar su pecado. Jesús es un hombre que conoce profundamente a su Padre y sabe que le interesa su conversión por encima del castigo.

Es cierto que debe haber normas para poder relacionarnos entre las personas de cada lugar, con ciertas sanciones que logren reparar el daño causado a la vida de otro, pero casi en la mayoría de los casos que conocemos una pena de cárcel a algún joven lo lleva más que a la rehabilitación a una escuela del crimen y al salir, lo más probable es que vuelva a cometer ilícitos. Eso sucede cuando queremos castigar, no sucede así cuando queremos lograr que se provoque un cambio sustancial en las personas, sabiendo que eso conlleva una segura transformación de la sociedad.

Jesús nos hace reconocer el pecado. Es evidente que hay una situación de ruptura en una familia porque la infidelidad conyugal daña el corazón de todos los que la componen, les provoca odios y muchas veces resentimientos que se expresan en venganzas. No se trata solamente de una situación entre dos personas. Es una experiencia de utilización del otro, no de amor verdadero. Porque ese amor tiene la capacidad de renunciar a sí mismo por el que se ama.

Cuando Jesús habla, lo que hace es que cada uno de los que están presentes miren su propia vida y se den cuenta de que todos tenemos pecados. Y la respuesta ante esas realidades no es únicamente la muerte, sino que se invita a superar las tentaciones que siempre nos asolan.

En el encuentro con Jesús, cada hombre y mujer se fueron, empezando por los más viejos, dice el evangelio. La mujer queda sola delante de Jesús y seguramente nunca más volverá a cometer el mismo pecado. No solamente ha sanado de la situación particular, sino que como persona se ha visto reconocida, querida por alguien que la ha mirado sin interés egoísta, sino con el interés de un padre, de un verdadero amigo que siempre está presente para ayudar a superar lo que le ha tocado enfrentar.

Nos dice el P. Fredy Peña en la Liturgia Cotidiana: “Una vez más, los doctores de la ley y los fariseos quieren poner a prueba a Jesús. No obstante, el Señor no quiere la condena ni mucho menos la perdición de sus hijos. No desea que la ley se tipifique como una norma “absoluta” de moralidad; al contrario, quiere enseñarla como una “sabiduría” que flexibilice el cómo se juzga, pero sin caer en un “no pasa nada…todo está permitido”.

Quinto domingo de Cuaresma, 6 de abril 2025.

28 Mar2025

“Hijo mío, tú estás siempre conmigo”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

“Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado” (cfr. Lucas 15, 1-3. 11-32).

Nos encontramos cada vez más cerca de la meta que es vivir profundamente la Pascua de Resurrección. Un acontecimiento único en la historia universal y que habla de uno que ha sido totalmente comprometido con la humanidad al punto de aceptar el sacrificio de su Hijo por la salvación de todos.

Ya lo compartíamos el domingo anterior, el esfuerzo de este tiempo privilegiado de oración, ayuno y solidaridad trae consigo el descubrimiento de un nuevo rostro de nuestro Padre Dios. No es que antes fuera castigador y ahora ha cambiado en bondad ¡No! Siempre ha sido el mismo Padre que ha comunicado su cariño de manera excesiva, ha estado de tal manera atento a sus hijos que los conduce de manera amorosa por el desierto, de la esclavitud a la libertad. Y ese itinerario se sigue repitiendo de generación en generación, pero ahora de acuerdo con la nueva comprensión de esta realidad que podemos identificar con el materialismo, el hedonismo, el egoísmo, que impide reconocer el rostro verdadero de cada hombre o mujer que tenemos a nuestro lado.

Los hijos que hoy se nos presentan en la Parábola, somos cada uno de nosotros, que en ciertas ocasiones hemos tenido nuestros momentos de rebeldía y hemos huido de casa o en otras somos los que hemos permanecido al lado del padre, pero reclamamos cuando ese hermano vuelve creyendo que tenemos más privilegios por haber llevado “posiblemente” el peso del cuidado del padre o la casa.

Son esas situaciones las que nos han hecho distorsionar la imagen de Dios. Esos personajes que son los fariseos a quienes Jesús les habla, quienes nos asustan con los castigos que nos llegarán cuando volvamos “con la cola entre las piernas”.

Pero contrariamente a lo que dice el título de esta parábola, Dios es el protagonista de esta lectura. El Padre es el que se presenta como “pródigo”: un padre atento a la realidad de sus dos hijos. Con el menor sufre esperando su retorno y de hecho él, el padre, lo ve antes que llegue y corre a su encuentro para recibirlo con abrazos, besos y devolverle su dignidad. Dice el Padre Pagola que no es el hijo el que vuelve, sino el Padre quien sale al encuentro de quien estaba ausente y consumido por el pecado.

Es el Padre quien invita al Hijo Mayor a entrar en un camino de conversión para no quedar con sentimientos de abandono. Pues estando siempre al lado del padre todo le pertenecía, era el administrador de sus bienes. Pero siente la amenaza de quien al volver le puede quitar todo.

El Padre pródigo lo conoce al hijo mayor, sabe de su intransigencia y de sus fragilidades, pero es así como lo invita a ser un hermano comprensivo y acogedor de su hermano que ha caído. Es una situación que a él también le ha podido ocurrir.

El Padre es comprensivo con el hijo que ha vuelto a la casa porque su propia historia se ve reflejada en él. Todos hemos querido ser independientes, grandes. Pero hemos debido reconocer que nuestro padre era más sabio y justo a la hora de recibirnos de nuevo.

Podemos aprovechar de rezar por las familias en problemas, por quienes se sienten poco amados, por quienes hoy renuncian a ser padres por comodidad o falsa solidaridad creyendo que los cuidan de los males que podrían afrontar, por los que padecen pobreza y quienes viven la violencia de la guerra junto a ellos para que se despierte la paz, la solidaridad, la justicia en cada hermano.

Cuarto domingo de Cuaresma, 30 de marzo 2025.

22 Mar2025

“Señor, déjala todavía este año”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: <<¿Creen ustedes que estos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera>>. Les dijo también esta parábola: <<Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”>> (Lucas 13, 1-9).

Vivimos un tiempo de mucha impaciencia, todo tiene que salir de inmediato. Los procesos no están en la mente de aquellos que quieren generar ganancias en cuanto inician un negocio. A las nuevas generaciones les interesa comenzar a trabajar dirigiendo todas las obras en las cuales los contratan, ya no piensan en empezar desde abajo como se decía antes. Vemos en el deporte que los resultados deben ser recién comenzando los campeonatos, no en el proceso.

Se nos olvida que se requiere tiempo para alcanzar a tener una formación que defina las personalidades. Los dones y carismas deben entrenarse para lograr la perfección.

Se nos ha olvidado que “echando a perder se aprende”. Nadie quiere causar daños, pero que se alcanza la perfección, es solamente habiendo pasado por un largo camino de discipulado, ahí podremos llegar a ser como el maestro, nos dirá en otro pasaje el Señor Jesús.

La historia humana ha caminado por estos senderos. Antes de la aparición del hombre sobre la tierra fueron millones de años en los cuales razas de gigantes prehistóricos habitaron este mundo y fueron desapareciendo por los períodos de glaciación y por las luchas entre especies. Hasta que apareció el hombre con toda su inteligencia y capacidad de manipular las fuerzas naturales y crear otras nuevas que casi nos permiten acabar con la vida propia y la del planeta, es así como padecemos cambios climáticos importantes en toda la superficie de la tierra.

Hemos sido testigos de la paciencia que ha tenido Dios con la humanidad. Y todo ha sido porque ha habido grandes hombres y mujeres que han confiado y han vuelto su rostro hacia el del Padre que acompaña la historia.

Ha habido situaciones dolorosas, ha habido momentos de grandes alegrías, todos esos momentos han sido producto de nuestras decisiones acertadas o equivocadas, pero nunca han sido castigo de Dios. La presencia del misterio es la permanente caricia en toda instancia humana, para que podamos ir aprendiendo y creciendo en nuestra relación comunitaria.

La conversión es la disposición del hombre que ha visto a Cristo, ha experimentado su amistad profunda y lo ha seguido. Eso significa asumir nuevos valores que son el cuidado de la vida, el compromiso con el mundo en el cual vivimos, la construcción de nuevas relaciones entre las personas y los seres vivos.

Si no lo hacemos, seguramente experimentaremos el dolor de un mundo que se vuelve contra nosotros; el odio de hombres que sienten la exclusión y la explotación, nos puede hacer experimentar que nos vamos quedando solos. Y Dios seguirá cercano para hacerse visible a los ojos del que mira con fe. Seguirá construyendo un lugar de paz para todos. Seguirá esperando que lo veamos y lo sigamos.

Tercer domingo de Cuaresma, 23 de marzo 2025.

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